ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Bochorno andaluz para la Obamesa

TARIFA, la del cuchillo que Guzmán el Bueno tiró desde el castillo para que mataran al moro que no lo dejaba dormir la siesta con su vuvucela, presume de ser la ciudad de los dos mares. No, no son el Atlántico y el Mediterráneo, que allí se juntan. Los dos mares son la mare que parió al Levante y la mare que parió al Poniente. Y uno de esos dos mares, el Poniente, ha debido de producir en la costa mediterránea andaluza el pasado bochorno. En Marbella, el Poniente que da gloria en la orilla atlántica de Cádiz es el viento que trae la calor del bochorno y el Levante, el fresquito que da gloria, mientras que al oeste del Estrecho es al revés. A Eolo no hay quien lo entienda.

El bochorno al que me refiero no es meteorológico. No ha sido, pues, el aire caliente y molesto que se levanta en el estío, ni la calor sofocante en horas de calma. Ha sido un bochorno anímico, la desazón producida por algo que avergüenza. ¡Qué bochorno el de Andalucía ante la Obamesa en su visita! Dicen que tal visita será muy buena para una Marbella que ya no es autosuficiente, que antes le bastaba con Gunila, el Conde Rudi y Olivia Valere para promocionarse a sí misma, y que ahora tiene que importar obamesas para que se hable del tesoro turístico de la Costa del Sol, donde todo mangazo municipal tuvo su asiento y donde una partida de trincones no se llevaron la Sierra Blanca porque pesa mucho, que, si, no también se la habrían llevado.

Todo lo que muchos andaluces odiamos de Andalucía ha sido lo que se ha ofrecido a la Obamesa. Ya digo, de bochorno. ¿Cómo puede la gente estar contenta de una señora a la que por muy presidenta de la primera potencia que sea le salió Harlem, y pidió que quitaran todos los muebles de la suite y que pusieran aquello lleno de camas, como un hospital moro? Y anda que la moza venía con lo puesto: cuarenta o sesenta habitaciones ocupadas. Andalucía ha cumplido su triste papel de siempre: servir de playa, solárium, tablao, taberna y parada y fonda del mundo. Y los andaluces, además, encantados. Y la consejera de Agricultura, ofreciendo a la Obamesa poco menos que un Banco de Alimentos, qué vergüenza, en una foto increíble del regalazo de jamones, garrafas de aceite y hasta sandías, gordas y espelotás. ¿Cuántos aviones tipo Air Force One va a necesitar la Obamesa para llevarse esta catetada a la Casa Blanca?

Y el presunto flamenco. No José Mercé, no Miguel Poveda, no: flamenco para uso de turistas, en el Sacromonte, con recitados del peor Lorca, con la obligada zambra de las gitanas gordas y un chavalito que se llama Iván Vargas, pues Antonio Vargas Heredia sería ahora Iván Vargas Heredia y Soledad Montoya, Vanessa Montoya. Flamencos bailadores del agua de los turistas, modelo parador de Fraga Iribarne, qué vergüenza. Y por si fuera poco, le perpetraron una cena de nueva cocina. En la tierra del pescado frito, a la Obamesa le pusieron «tartar de lubina salvaje con aguacate de Istán», ¡toma ya!, y «gazpacho de fresas de verano con spray de oliva», yo creo que es algo. Con razón luego los catalanes prohíben los toros, ¿no los van a prohibir? Si es por imágenes lamentables de España, mejor que prohíban las visitas a Andalucía de las Obamesas. ¿No podía haberse ido mejor esta señora a la Costa Brava, y nos hubiéramos ahorrado así el habitual bochorno de la españolada a costa de Andalucía?

 

 

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