ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


¿Pero hay chinos en Sevilla?

Aprocom se queja de los chinos del bazar. Yo elogio al chino de García de Vinuesa. Y quizá estemos hablando de algo que no existe. ¿Está usted seguro de que hay chinos en Sevilla? Mi contraguía en cuestiones sevillanas, don Julio Domínguez Arjona, me hace cavilar. A ver: ¿Cuántos chinos ha visto usted cenando en Oriza? ¿Cuántos chinos ha visto usted de domingueros en Matalascañas? ¿Cuántos chinos ha visto usted poniéndose púos de gambas blancas en El Pesquero? ¿Cuántos chinos ha visto usted en Casa Diego comiendo caracoles? ¿Cuántos chinos desoficiados ha visto usted dando barzones por la Avenida a las 12 de la mañana? ¿Cuántos chinos ha visto usted en Ikea? ¿Cuántos chinos ha visto usted en los cines del Nervión Plaza? ¿Cuántos chinos ha visto usted en tribuna de preferencia del Betis?

¿Cuántos chinos ha visto usted pintando la mona en Pineda? ¿Cuántos chinos ha visto usted en una bulla de Semana Santa? ¿Cuántos chinos ha visto usted comprando calentitos después de la procesión de la Virgen de los Reyes? ¿Cuántos chinos ha visto usted con el traje color garbanzo pegando codazos en la Puerta del Príncipe para salir en Digital Plus o en la página de Mario Niebla del Toro? ¿Cuántos chinos ha visto usted enganchar en Feria? ¿Cuántos chinos ha visto usted en el pescado de la Noche del Alumbrado, con su aquí—mi— señora china con su mantón de Manila chungalé fabricado en China?

¿Cuántos chinos ha visto usted en La Palmera, endiquelando cómo trabajan los del túnel de Bueno Monreal? ¿Cuántos chinos ha visto usted bajarse del tranvía en la Plaza Nueva? ¿Cuántos chinos ha visto usted buscando aparcamiento? ¿Cuántos chinos ha visto usted en el embotellamiento del peaje de Las Cabezas, un viernes, camino de Chipiona? ¿Cuántos chinos ha visto usted junto a la rueda de una carreta del Simpecado camino del Rocío? ¿Cuántos chinos ha visto usted de chaqué con un farol en una procesión de Su Divina Majestad? ¿Cuántos chinos ha visto usted pidiendo entradas para el pregón? ¿Cuántos chinos ha visto usted en las sillas de La Campana? ¿Cuantos chinos ha visto usted en el Corpus, con una vara y con cara de felicidad, repartiendo saludos a babor y estribor?

¿A que no ha visto usted ni un solo chino en ninguno de estos sitios? ¿Y sabe usted por qué? Mi contraguía responde. No es porque los chinos no existan, y no haya un solo chino en Sevilla. No, esto no es como los entierros de los chinos. Es porque los chinos hacen justo lo contrario que nosotros: trabajar, trabajar y trabajar, y dejarse de tanto rumba, rumba. Porque los chinos no tienen que padecer en sus comercios la dictadura de los sindicatos apesebrados. Porque los chinos no se dan de baja, ni piden permiso de lactancia, ni jornada de 36 horas semanales. Porque los chinos no viven de las subvenciones, como la patronal. Y como lo único que hacen las almas mías es meter el cuello, doblarla, hasta caer por la noche eslomaítos, no tienen tiempo que perder en cabildos para ver si llevamos el Cristo a Madrid o en reuniones de la caseta tipo junta general de accionistas del Santander. En la reescritura de la cigarra y la hormiga, la hormiga es china y la cigarra, sevillanísima. Pero, eso sí, qué arte tiene la cigarra, miarma. Un arte que no se pué aguantá. Y se pega una vida la cigarra...

 

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