ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El Club de Hartos de "Ciudadanía"

SI en nuestra invertebrada España hubiera la costumbre de crear asociaciones de aficiones extrañas que existe en el Reino Unido, yo propondría la creación de un club que telediario que veo o noticiario de radio que escucho, compruebo desde mi Observatorio Sin Trincar de la Lengua Cotidiana que está haciendo falta como el comer. Se trata del Club de los Hartos de la Palabra «Ciudadanía». Qué cursilería, tanta ciudadanía, que rima. Y qué coñazo, que no rima. Todo por la dichosa modita de la igualdad de género (gramatical) y por las nefastas tropelías que contra la lengua española comete el Ministerio de Igual Da de Bibiana Aído. Eso del «uso no sexista de la lengua» que propugnan los progres me suena fatal: a cochinería, a guarrerías españolas. Será muy progre obligar a ello, pero me parecen predicadores antiguos cuando, con lo que les gusta prohibir, se ponen a vedar «el uso sexista de la lengua». ¿A que eso del «uso sexista de la lengua» les suena fatal, a bajada al pilón o a balada nada triste de trompeta, a vídeo porno en la madrugada de los canales de teletiendas del TDT?

Para no caer en ese pecado nefando de lesa progresía, como en decir «ciudadanos y ciudadanas» se gasta mucha saliva, e ignorando la Gramática, han cortado por lo sano al usar «ciudadanía» para referirse a los señores y a las señoras, o a los chavales y las chavalas. A los tíos y tías, vamos.

Que los del PSOE digan «ciudadanía» es normal. Para eso cobran y de eso viven. Lo malo es que como todo se pega menos lo bonito, a María Dolores de Cospedal y a Soraya Sáenz de Santamaría no se les cae de la boca lo de «ciudadanía». Ya el PP habla igual de mal que el PSOE, con el «Diccionario Progre-Español, Español-Progre» de Mario Flores en mano.

Mientras, caen en desuso las más hermosas palabras de nuestra lengua. Hablan de un concierto veraniego pagado por un ayuntamiento en la plaza pública, en el Pan y Música del que se lucran los sindicalistas de la ceja, ¿no? Pues no dicen «el público asistente aplaudió mucho al cantante». Dicen: «La ciudadanía aplaudió muchísimo». Ya no hay público. El público son ciudadanos y ciudadanas. Ciudadanía.

¿Que hay una huelga de trenes, de aviones, de lo que sea de transportes? Pues la noticia es: «Muchos ciudadanos se vieron afectados por la huelga». No «muchos viajeros», no: muchos ciudadanos. Los viajeros no existen, los viajeros son ya ciudadanos.

Si hablan de un nuevo hospital y de las camas que tiene, dicen que prestará asistencia a tantos o cuantos cientos de ciudadanos. Los hospitales ya no atienden a los enfermos de toda la vida, ni a los pacientes. Los enfermos ahora son ciudadanos. Muy malitos, pero ciudadanos.

Ya no hay viajeros, clientes, compradores, alumnos, vecinos, contribuyentes, huéspedes: todos ciudadanos. Los servicios públicos tienen ciudadanos, no viajeros. Los comercios y los profesionales atienden a ciudadanos, no a clientes. En las tiendas hay ciudadanos que van a comprar, no compradores. En los centros de enseñanza no hay ni alumnos ni estudiantes, todos ciudadanos. Si hablan de un barrio, allí no hay vecinos, son los ciudadanos. Los que pagamos el IBI no somos contribuyentes, sino ciudadanos a los que nos meten la estocada fiscal municipal (hasta los gavilanes). En los hoteles no hay huéspedes, son ciudadanos alojados. Ciudadanos... y ciudadanas, faltaría más. O sea, ciudadanía. Pues mire usted, los del Club que vamos a fundar estamos hasta el gorro de tanto coñazo de Ciudadanía.

 

 

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