ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


De los nombres de Heliópolis

Como lo de Fray Luis de León, «De los nombres de Cristo», pero en verdiblanco y con trece barras: de los nombres de Heliópolis. Barras que encierran su metáfora. Fray Luis escribió «De los nombres de Cristo» en la cárcel, y de los nombres de Heliópolis hemos empezado a hablar cuando la jueza Alaya (que se merece el escudo de oro y brillantes del club) ha puesto en libertad a ese Betis que un matatías tenía secuestrado tras las trece barras del escudo.

Heliópolis volverá a ser Heliópolis. Verá usted cómo las soberanas urnas béticas habrán de decirlo cuando el día del partido frente al Gerona la afición se pronuncie sobre los nombres de Cristo, digo, de Heliópolis. Seguro que las urnas dan el cante, que no será otro que un popurrí del himno andaluz: «Los béticos queremos volver a ser lo que fuimos».

Cada vez tengo más claro que el Betis, igual que vivió el infierno del foso de la Tercera, acaba de pasar la larga noche de la dictadura. «¡Viva el Betis libre!», gritaban los que le cantaban al jabugueño que se fuera ya. Parecía imposible que se fuera. Pero se ha ido.

—¡Y lo tranquilo que ha dejado al Gran Poder, usted!

Ahí columbré los signos del cambio, cuando al comienzo de la temporada técnicos, directivos y jugadores fueron a rezar al Claret, donde ejerce el padre Martín Sarmiento su capellanía, no a San Lorenzo. Igual que cuando Franco nunca nos creíamos que la dictadura fuera a terminar nunca, con el matatías que se tiñe con botes de cánfor veíamos imposible ese Betis en libertad que pedían los gritos del graderío. El milagro del Gran Poder es que el Betis no tiene que volver al Gran Poder.

A las dictaduras les encanta cambiar los nombres a las calles y a las cosas. Pero la gente no traga. La dictadura de Franco le puso Plaza de Calvo Sotelo a la Puerta Jerez; Queipo de Llano a la Avenida; General Franco a La Magdalena; Falange Española a la Plaza de San Francisco. Pero la gente las seguía llamando por sus nombres de siempre. Galerías Preciados no estaba en la plaza del General Franco, sino en La Magdalena. La casa de los Guardiola no estaba en la plaza de Calvo Sotelo, sino en la Puerta Jerez. Por eso cuando llegó la democracia y Luis Uruñuela, desde la alcaldía, borró los nombres de la dictadura y volvió a los históricos, alguien dijo:

—Hay que ver el valor que ha tenido Uruñuela, que le ha puesto Puerta Jerez a la Puerta Jerez, Plaza de San Francisco a la Plaza de San Francisco y Magdalena a La Magdalena.

Pues el mismo valor que tiene el Betis para llamar Heliópolis a Heliópolis. Al campo del Betis le habían llamado de todo: Stadium en la Exposición, Heliópolis más tarde, Benito Villamarín luego. Nada tan duro como llamar Manuel Ruiz de Lopera a un símbolo sagrado del sentimiento bético de la vida, de ese Betis histórico que no tiene dueño, pues es de todos. Y nadie, además, le decía ese nombre. ¿Usted le ha oído decir a alguien «voy al estadio Manuel Ruiz de Lopera»? Yo creo que ni el propio Lopera decía eso. Decíamos: «Voy a Heliópolis». O: «Voy al Campolbetis». Ese sería el nombre bonito, yo lo propondría para las urnas: Campolbetis. Y eso es la libertad: que la Puerta Jerez vuelva a ser la Puerta Jerez y que el Campolbetis vuelva a ser el Campolbetis, en este culebrón judicial que es como un Caso Malaya sin Isabel Pantoja, sin Maite Zaldívar y sin Pepi Valladares.

 

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