ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Una joven emprendedora de 105 años

El pulcro Azorín, ahora tan olvidado, con cuya lectura aprendimos muchos a escribir, decía que la vejez es la desaparición de la curiosidad por las novedades y la llegada del miedo por los cambios. Aplicando el criterio de Azorín, habré de decir que doña Pilar García Alonso es una joven emprendedora... de 105 años. Así de pronto, usted no sabrá quién es doña Pilar García Alonso. Yo se lo diré. Es la matriarca de la saga hostelera de los Juliá, madre de Rafael Juliá, fundadora del imperio que empezó en el Café de París de La Campana. Nacida en Santiago de Compostela, Doña Pilar llegó a Sevilla con 12 años. Su padre, el hostelero leonés Cayetano García Carro, se había quedado en 1918 con el Café de París, en una Sevilla de levitas y sombreros de hongo. En el Café de París estaba de encargado Eduardo Juliá de Mena. Surgió el flechazo. La hija del dueño se casó con el encargado, a los 18 años. Empezó, con la familia, el monumento al trabajo que fueron sus negocios, uno tras otro, Doña Pilar siempre trabajando en los bares y cafeterías junto a su marido. La vida de Doña Pilar es como una historia de la hostelería en Sevilla: la Terraza de la Cruz del Campo; la Cervecería Oriental de la calle Sagasta; el bar Gibraltar (hoy Alfonso) en Las Delicias; la Hostería del Prado; la repostería del Mercantil y del Labradores; el Bar Juliá frente al Coliseo; la Cafetería Juliá en el Edificio Elcano... Qué sé yo la de negocios donde Doña Pilar se fue dejando la vida y dando ejemplo a sus cinco hijos, mientras los criaba. Hasta llegar al Puesto de los Monos, que compró en 1963, llamado así por los simios que hubo en aquella venta, seguramente traídos por algún embarcado del cercano muelle.

Doña Pilar sigue yendo todos los días a su trabajo en el Puesto de los Monos, Puesto de Mando del imperio del cáterin que pilota su hijo Rafael. Está tan bien de cabeza que hasta hace todos los días el crucigrama del ABC, ayudada por su amigo Santi el pintor de abanicos, irrepetible personaje de la noche sevillana cuando grababa relojes en el cabaré El Oasis de Currinchi, ¿verdad, querida Franca?

Rafael Juliá me llamó el otro día muy ilusionado para que viese la reforma que han hecho en Los Monos, donde se aplica el principio de decoración hostelera que expliqué. Después del 29, todos los bares parecían edificios de la Exposición Iberoamericana, venga azulejos y ladrillo visto. Tras el 92, todos los bares parecen pabellones de la Expo pasados por Ikea, venga modernidad y minimalismo. Así han puesto Los Monos, como el «modernísimo bar» del pasodoble del Fundador. Parece que más que en La Palmera estás en un bar de Barcelona. Sin renunciar a su glorioso arroz ni al clásico luminoso del Tío Pepe en la fachada, el tiempo ha avanzado en esa esquina sentimental de la Glorieta de México donde todos brindamos un día por un hijo o un nieto que acababa de nacer en la paredaña Clínica de Fátima. Y donde yo ahora levanto mi copa de papel para brindar por Doña Pilar, esta emprendedora de 105 años. Cuando felicité a Rafael Juliá por la renovación de tanta pulcritud, me dijo, siempre tan fiel servidor de la matriarca de la saga:

—No, el mérito no es mío: es de Doña Pilar, que no ha parado hasta que ha conseguido que hagamos la reforma.

Por eso digo que doña Pilar García Alonso es una joven emprendedora de 105 años. Seguro que en el Puesto de los Monos, junto a los relucientes grifos de los tanques fresquitos de la Cruzcampo, tiene la fuente de la eterna juventud.

 

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