ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Apar...¿qué?

Gracias a la movilidad de la sostenibilidad o a la sostenibilidad de la movilidad, no lo sé muy bien, estos señores han conseguido lo que no ha logrado la Real Academia con sus rebajas del Tío Paco para que la Gramática esté a la altura (de un zapato) de los zoquetes y ceporretes que salen del vigente sistema educativo. Estos señores han conseguido que en Sevilla el verbo «aparcar» tenga una conjugación distinta al resto del mundo hispanohablante. «Aparcar» es aquí un verbo defectivo. Bastante defectivo. Y va camino de convertirse en un arcaísmo. En Sevilla, el verbo «aparcar» sólo puede conjugarse en primera persona del singular del pretérito perfecto simple, y con puntos suspensivos de por medio y signos de interrogación en la última sílaba: Apar...¿qué?
Las restantes formas del verbo «aparcar», o no existen o son de cachondeo. El presente de indicativo es para tirarse de risa: «Yo aparco, tú aparcas, él aparca, nosotros aparcamos, vosotros aparcáis, ellos aparcan». ¿Pero dónde vas a aparcar, miarma, si en Sevilla es que no hay forma? El futuro no es una forma verbal, es un milagro de la Virgen de Fátima: «Yo aparcaré, tú aparcarás, él aparcará, nosotros aparcaremos, vosotros aparcaréis, ellos aparcarán». ¡Tequiyá! El condicional simple sí es un poco menos de guasa, aunque para los muy creyentes: «Yo aparcaría, tú aparcarías, él aparcaría». Yo aparcaría, tú aparcarías y el aparcaría si estos señores hubieran hecho los aparcamientos públicos que prometieron y si con la Máquina de Estrechar Calles, con el Puñetero Carril Bici y con las Peatonalizaciones Que Nos Tocan Los Que Riman no hubieran suprimido miles y miles de plazas de estacionamiento en la vía pública, por cuyo uso pagamos encima el Impuesto Municipal de Circulación, alias Sellito. Yo aparcaría divinamente cuando voy con los amigos al Desarme del Bar Asturias en la Enramadilla si delante de la antigua Pirotecnia, actual Facultad de Derecho, no hubieran puesto una acera descomunal para dejar un desfiladero de coches en fila india así de estrechito. Usted aparcaría divinamente en la calle Castilla, como toda la vida, si no la hubieran puesto más estrecha que los pantalones del compañero de Alaska. Todos aparcaríamos si no hubieran decretado en Sevilla esta auténtica Cruzada contra el Coche. No es que estén a favor de la bicicleta y del transporte público, no: están contra el coche. ¿Qué les habrán hecho la Ford, la Seat, la Renault y la Citröen a estos señores? ¿Será que el coche es facha?
Con los aparcamientos pasa igual que con los embotellamientos. Antes tú sabías que cuando había partido del Sevilla, Eduardo Dato estaba embotellada. Pero es que ahora los embotellamientos son ya en toda Sevilla y a todas las horas. Y la imposibilidad de encontrar aparcamiento, igual. Tú sabías antes que era muy difícil encontrar aparcamiento cerca del Parque el Domingo de Ramos, a las 2 de la tarde, cuando venía La Paz. Intenta ahora aparcar por allí cualquier tarde, cuando los niños han salido del colegio y quieres llevarlos a la Calesita del burrito, como tu madre te llevaba a ti. Imposible. Antes no encontrabas aparcamiento en el centro a horas de comercio, pero eso ya ocurre en El Cerro, en Los Remedios, en Triana, en la Macarena, en La Calzada... Y a todas horas.
Por eso digo que «aparcar» se ha convertido en Sevilla en un verbo defectivo, con una única conjugación: Apar...¿qué dice usted, hombre?

 

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