ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


¿Dónde vas, Alfonso XIII?

No, no me he equivocado en el título y le he puesto un palito de número romano de más a «¿Dónde vas, Alfonso XII?», la obra teatral del fundador de ABC de Sevilla, de don Juan Ignacio Luca de Tena, que Luis César Amadori llevó al cine con Vicente Parra y con Paquita Rico, y que es como la dramatización del «Romance de la Reina Mercedes» de León y Quiroga, ya saben, la dalia que cuidaba Sevilla en el palacio de los Montpensier, hoy Palacio del Paro de Griñán.
No me he equivocado de número romano en el ordinal regio alfonsino, pues no me refiero al Rey (con mayúscula, ¡toma, Academia!) Don Alfonso XII, sino a Don Alfonso XIII. Aquel Rey enamorado de Sevilla, donde le encantaba venir a pasar la Semana Santa y no como otros. Aquel Rey enamorado de Sevilla que, como hace la ciudad con todos sus novios, ha recibido tanto olvido a cambio. ¿Qué hizo Alfonso XII por Sevilla? Nada, salvo casarse con una sevillana. Y ya ven el pedazo de calle Alfonso XII que tiene, hasta con salida del Corte Inglés. En cambio Don Alfonso XIII, que le hizo a Sevilla la Corta de la Cartuja, que la eligió para la Exposición Iberoamericana de 1929, que hasta presidía los palios en Semana Santa, no tiene en Sevilla una mala calle. Tenía un puente con su nombre, el de Alfonso XIII, aunque la gente le llamaba Puente de Hierro. Lo desmontaron. Y aquel Rey que tanto promovió el engrandecimiento de Sevilla se quedó sin el menor recuerdo en el callejero de su ciudad amada.
Sólo un hotel recuerda a aquel Rey en su Sevilla: el Hotel Alfonso XIII.
Y veremos a ver lo que van a hacer con el Hotel Alfonso XIII, porque la empresa arrendataria le ha encargado su restauración a un arquitecto de cuyo nombre no quiero acordarme, porque tiemblo de terror al acordarme de las otras jangadas que ha perpetrado en Sevilla con el visto bueno del poder, a cuyo perol está arrimado. Temo las restauraciones arquitectónicas por su comparación con las pictóricas. Cuando restauran un cuadro, por ejemplo, Las Meninas, a nadie se le ocurre repintar a las Infantas velazqueñas con ropas de Mango o de Zara, porque es más moderno. En cambio cuando un arquitecto restaura un edificio, se ve en la obligación de deformarlo y de dejar sus cagadas, para que en el futuro se sepa que él metió mano allí. Dicen que van a recalcar el carácter regionalista de la obra de Espiau. Me temo lo peor. Nadie se acuerda de la otra restauración que hicieron del Alfonso XIII, cuando Entursa se lo quedó en alquiler, que se cargaron su ambiente señorial. Se llevaron todo el mobiliario fundacional, que nunca se supo dónde fue. Arramplaron hasta con las dos armaduras que había en el vestíbulo. En algún chalé particular estarán. Siendo todo aquello de propiedad municipal, el Ayuntamiento consintió que contra el hotel hicieran todas las perrerías y degradaciones que quisieron, empezando por cargarse el ambiente del antiguo bar. Luego siguieron las reformas, con otros arrendatarios. Hasta que no consiguieron que la cafetería del cuarto vagón Ave fuera mayor que el mítico bar del Alfonso XIII, no pararon. Ahora me temo lo peor: ¿dónde vas, Hotel Alfonso XIII? ¿Patrimonio no tiene nada que decir ante lo que quieren perpetrar en el hotel? ¿La Real Academia de Bellas Artes no tiene nada que decir? Me temo que al Alfonso XIII lo van a disfrazar de NH. Regionalista, pero NH total. Y con más turistas en calzones cortos cada día.
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