ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Bicis antifascistas

No sólo en Libia hay guerra. Aquí en Sevilla también tenemos desde hace ocho años una guerra. Guerra sorda. La guerra que los que mandan en el Ayuntamiento se han inventado. Una falsa guerra. La guerra entre las dos Sevillas que han puesto frente a frente, versión local de las dos Españas. A la abierta, tolerante, diversa ciudad de Sevilla la han reducido a una caricatura. A dos únicas Sevillas, cuando hay miles de ellas. Hay tantas Sevillas como sevillanos, cada sevillano tiene su propia Sevilla, tan válida como la del vecino. Todo eso ha sido borrado desde los aparatos de propaganda del poder, gastando millonadas. Berrendo en totalitario, este Ayuntamiento ha impuesto su pensamiento único en torno a Sevilla. A «su» Sevilla. Una forma obligatoria de entender Sevilla. Lo que no sea eso, es «la otra» Sevilla. Como la del cuplé de la Piquer: «Yo soy la otra, la otra/y a nada tengo derecho»... Esa otra Sevilla no tiene mariscadas ni facturas falsas, pero está por principio descalificada. ¿Por qué? Por facha y rancia. Cuanto no sea «su» Sevilla de ellos es facha y rancio... porque lo dicen ellos.

Los que han estado gobernando en el Ayuntamiento han logrado transmitir a los suyos esta idea de que hay dos Sevillas. Que ellos representan la Sevilla del Progreso, la Modernidad, la Innovación, la Sostenibilidad y la Movilidad. Palabras. Y que ellos están acabando con la Sevilla rancia de la tradición y del inmovilismo, de la carcundia. Mentiras. Y como a escala nacional el Gobierno utilizó el fantasma de la guerra y de las fosas comunes para resucitar a su favor las dos Españas, rompiendo malvadamente la concordia de la Transición, así también aquí, para conservar el poder a cualquier precio movilizando el voto más radical, se presentan como una victoria sobre la que ellos llaman Sevilla Eterna y que quieren destruir como sea. Han vuelto a levantar viejos odios. La lucha de clases encarnada en la lucha de geografías: la Sevilla obrera de los barrios contra la Sevilla de los señoritos del centro, y a la demagogia de la propaganda del mirador de las Setas del Metropol Paranada me remito: «Democratización de las vistas de la Giralda, reservadas sólo a los pocos privilegiados con azoteas en el centro». Media Sevilla ha estado gobernando contra la otra media. Como en la matanza se aprovechan del cerdo hasta los andares, ellos lo utilizan todo para achuchar a los suyos contra la derecha, contra la reacción, contra los fachas. Contra quien no piense como ellos y entienda que Sevilla es mucho más diversa de lo que quieren imponernos.

Pienso todo esto a propósito de ese congreso sobre la bicicleta (tontería que no sé cuánto nos habrá costado), en el que el alcalde ha dado su Parte de la Victoria. Dice que la bicicleta ha ganado la batalla. ¿Pero de qué batalla me está usted hablando, señor mío? Será su guerra de usted, la guerra que declararon a toda Sevilla que no fuera la suya totalitaria de pensamiento único: la bicicleta frente al coche y los barrios frente al centro. Dice el alcalde que la bicicleta «ha humanizado la ciudad». No, la ha vuelto agresiva: una Sevilla contra otra, unos sevillanos contra otros, ciclistas contra peatones. A la pegatina que venía ayer en ABC me remito: Bicicletas Antifascistas. Recuerdo que también se llamaban a sí mismos antifascistas los milicianos que quemaron San Julián y San Marcos, Santa Marina y San Román, en aquellas dos Sevillas del 36 que creíamos superadas y que han resucitado peligrosamente.

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