ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Ayarra el organista

La función crea el órgano. Dicen. Mentira. El órgano lo crea la fe de los hombres que quieren escuchar la voz de Dios. Al menos el órgano de la Catedral de Sevilla, no sé los de por ahí. Entras en la Catedral, oyes el órgano resonar por las altas naves, a la luz que filtran las vidrieras, y tienes la completa seguridad no sólo de que allí está Dios, sino que es su voz la que te habla por esos tubos tras los alabastros y el dorado de las rejas. Como los campaneros son los pregoneros de Dios, los organistas le prestan al Creador la voz de sus teclados y registros, sus pedales y sus tubos.

Y con esos órganos catedralicios, voz del pueblo que se eleva al cielo, voz de Dios que llega a la tierra, hoy hace justamente cincuenta años que está rezando la oración de la música don José Enrique Ayarra Jarnés como canónigo organista titular de la Catedral. Un aragonés de Jaca en los teclados donde casi siempre hubo un vasco, de don Hilarión Eslava a don Ángel Urcelay. Un sacerdote apasionado por su ministerio, que fue cura en la parroquia de San Vicente a la vez que virtuoso en el instrumento becqueriano de Maese Pérez, con fama mundialmente reconocida, al que llaman para dar conciertos lo mismo desde Tokío que desde Boston, con lo lejos que está Boston del Colegio San Miguel donde tiene su casa morada, como todos sus antecesores en los teclados patriarcales y metropolitanos.

Del Padre Ayarra siempre me sorprendió su elegancia. La debe de dar la plaza de organista. Yo conocí a don Ángel Urcelay, con su Escolanía de la Virgen de los Reyes, y tenía esa prestancia. Como la tenía su antecesor, don Norberto Almandoz, con su manteo, crítico musical de ABC en los poquísimos conciertos que entonces se daban en Sevilla. Ves al Padre Ayarra, alto, elegante, distinguido, y no solamente ves que ahí va un sacerdote orgulloso de serlo, sino un artista, un organista de fama internacional. Al que nada de este mundo nuestro sevillano le es ajeno. ¡Lo que hubiera dado Font de Anta por escucharle «Soleá, dame la mano» en el órgano de la Catedral! A Ayarra no se le caen los anillos por tocar lo popular, lo nuestro. Hasta la vaticana Plaza de San Pedro llevó para Juan Pablo II su interpretación al órgano del «No te vayas todavía». Y en el funeral por Rocío Jurado en la Catedral, le puso música a su ausencia tocando en el órgano un «Como una ola» de vellos de punta. Tuvo Ayarra la generosidad de tocar en la boda de mi hijo Fernando, cuando el Padre Javierre lo casó ecuménicamente en alemán con una alemana protestante ante la Virgen de la Antigua. A Ayarra se le ocurrió tocar como marcha nupcial «Coronación de la Macarena» de Pedro Braña. Algunos invitados de la novia, completamente luteranos y absolutamente alemanes, al oír aquella maravilla me preguntaron en inglés:

—¿Esto es Haendel o es Bach?

Les dije:

—No, esto es Sevilla y es el Padre Ayarra.

Que en el órgano de la Catedral es mejor que Bach y que Haendel juntos. Hoy, este buen cura aragonés, el organista y canónigo don Enrique Ayarra, concelebrará la misa capitular catedralicia con el arzobispo y sus compañeros de coro y de seminario. Luego, a la tarde, en su órgano y con la Orquesta de Cámara de la Sinfónica, dará un concierto con Haendel, Bach, Haynd y Manolo Castillo. La voz de Dios en el órgano de la Catedral. El órgano que creó la función de fe de los sevillanos y al que el Padre Ayarra hace cincuenta años que le viene sacando la voz divina que encierra en sus tubos.

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