ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Romance del dedo

Extienda usted sus dos manos, la derecha y la siniestra, y contemple bien sus dedos, con sus yemas y sus huellas. Sus yemas, como los huevos; sus huellas, las que al que pescan robando los policías les toman y lo enchiqueran. Mírese usted las dos manos y déme pronta respuesta: ese dedo que usted tiene, con falange y falangeta, con el que señala cosas; con el que llama a las puertas cuando se posa en los timbres; el que al ascensor le aprieta la tecla que va a su casa o a la casa de su suegra; al que Índice le llaman, como llamaba la Iglesia al de libros prohibidos que nadie leer debiera y que aquel que los leía, por su herética materia, segurísimo que iba al infierno de cabeza... Ese dedo, les decía, el indice que sirviera a Luis Miguel Dominguín aquella tarde en Las Ventas a levantarlo hacia el cielo como señal clara y cierta de que el padre de Bosé era el jefe de la Fiesta. El mismo dedo, señores, que en las estatuas excelsas que erigieron a Colón por las hispánicas tierras tiene tieso el almirante y señalando hacia fuera, con lo que quiere decir: «Por ahí me fui yo a América».

Y ese dedo que usted tiene, como lo tiene cualquiera, el índice referido, el que señala y aprieta; el que rasca ese pi-cor que hace tanto la puñeta; el que aprieta los gatillos de las armas en las guerras; el que saca las cascarrias sin que nadie se de cuenta; su dedo, señor, ¿qué es? ¿De izquierdas o de derechas? Lo digo porque ese aspecto debe ser tenido en cuenta. El dedo del progresista es moderno y es la pera. En cambio el dedo del carca es facha y es lo que quieran. ¿Se acuerdan de cuando Aznar, sin un congreso siquiera, sin consultar a las bases, sin decirlo a Ana Botella, sin preguntar a Arriola ni comentárselo a Arenas, cogió su dedo tan carca y a Rajoy dio la mamela de sucederle en el cargo, en vez de a Mayor Oreja? Ay, Dios, qué barbaridad, qué injusticia, qué tragedia. No existe nada peor que el dedo de la derecha. Dedo carca y reprobable, ese dedo que recuerda la dictadura de Franco, que a dedo mandaba tela, y a dedo hacía pantanos y todo lo que quisiera: la Seguridad Social, por ejemplo, ¿no recuerdan? El dedo es la dictadura, el dedo son las tinieblas; la negación del Derecho, la más indigna caverna.

Pero en cambio el otro dedo, el dedo progre y de izquierdas, es justo y equitativo, cosa del todo moderna, ejemplo de democracia, por socialista y obrera. ¿Cómo se va a comparar, no hay que pensarlo siquiera, ese dedo que a Rajoy lo puso en la calle Génova con el dedo que en Ferraz a Rubalcaba lo hiciera el mejor de los nacidos, la solución clara y cierta para la crisis y el paro, el remedio de la deuda, evitando así, señores, que nos pase como a Grecia y que Europa, harta de coles, la economía intervenga? Es un dedo salvador, es un dedo a la europea. Los diecisiete barones aplauden con las orejas. Que a Carmen Chacón le den por do el pepino amarguea. Y que nos deje tranquilos, y a remontar las encuestas, lo mismito que el salmón va y remonta el río Sella. La salvación del partido en ese dedo se encuentra. Con un solo candidato las primarias son más buenas. ¡Que viva la democracia, tanto interna como externa! ¡Viva el candidato único, que el que vota siempre acierta y apuesta por ganador sin perder su mangoleta!

¿Pues saben lo que les digo, con mis dos manos abiertas? Que levanto ahora, señores, ésta mi mano derecha, y alzo un dedo, el corazón, y levanto su silueta, que yo no me chupo el dedo, ni me engañan con la treta: que al dedo de Zapatero hay que hacerle la peseta.

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