ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Kerétaro

NO, no he escrito en el título el topónimo mexicano Querétaro con las normas de ortografía que un día que probable-mente estaba pasado de maracas se le ocurrieron a García Márquez. He escrito Kerétaro por envidia a la salud de la lengua española al otro lado de la mar oceana, a propósito de la encuesta convocada por el Instituto Cervantes para determinar la más hermosa palabra de nuestro idioma, en la celebración del Día E, la fiesta del español en el mundo. (A propósito de la E: para Día E, los ya olvidados días de vino y rosas del Plan E que en paz descanse, donde tiramos los millones y millones que no teníamos en arreglar las aceras que estaban divinamente.)

Envidio a los mexicanos porque han proclamado el orgullo de su topónimo, y no como en este Reino, donde la lengua española ha perdido la guerra de la geografía frente a los otros idiomas peninsulares. Si Querétaro estuviera en las Vascongadas, ya no sería Querétaro, qué va, Querétaro habría sido desterrado por españolista y opresor. Sería Kerétaro. A mí lo que de verdad me hubiera gustado es que en ese concurso del Instituto Cervantes, más que elegir la palabra más hermosa, le hubiéramos hecho un funeral de tres capas al más bello topónimo castellano desterrado de los letreros de las carreteras, de los listados de Correos y hasta del mapa del tiempo por la dictadura de las otras lenguas peninsulares. Tan hermosa como Querétaro es la palabra Fuenterrabía, y, ya ven, ha dejado de existir. Decir Fuenterrabía es atentar contra las libertades del pueblo vasco. Aunque estemos hablando en castellano, debemos decir Ondarribia u Ondabirria, una cosa así. ¡Vamos, como si dijéramos London y no Londres, y Firenze y no Florencia!

Donde el Instituto Cervantes debería defender la lengua española es, por ejemplo, en las Cortes, donde se ha ordenado que incluso escribiendo en castellano pongamos Vizcaya con falta de ortografía, porque hay que decir Biscaia, ¡toma ya! Y hay que decir Gipuzkoa, con K, y sin U detrás de la G inicial, con lo que como yo no sé fonética vascuence (ni Dios lo permita), cuando la leo como «Jipúzcoa». Como hay que escribir Getaria, que yo leo como «Jetaria», topónimo que suena a la jeta que le echan los dictadores de las otras lenguas peninsulares para imponer su criterio frente a la riqueza del español.

El Instituto Cervantes debería echar el resto para defender los topónimos castellanos en los telediarios y en la prensa escrita. Para que Lérida siguiera siendo Lérida y no Lleida. Para que Gerona siguiera siendo Gerona y no Girona. Para que las Illes Balears fuesen las Islas Baleares de toda la vida, y que cuando salen por la tele en el mapa del tiempo las reconozcamos. Yo no reconozco a Eivissa. Como no sé que cuando dicen San Boi de Llobregat están hablando del San Baudilio de toda la vida. Como no sé que Vilanova i la Geltrú es Villanueva y Geltrù, para mí la conjunción copulativa se sigue escribiendo con y griega y no con i latina, como esos charnegos ridículos que renuncian a su patria andaluza y para catalanizarse se hacen poner en el DNI: «Josep Antoni García i Pérez».

Qué maravilla Colombia, Perú, México, Cuba, Puerto Rico, donde no hay topónimos de derechas y topónimos de izquierda, topónimos opresores y topónimos políticamente correctos. Donde Querétaro sigue siendo Querétaro y no Kerétaro.

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