ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


San Fernando en un cajón

PERDONEN que les emplace a una tarea doméstica de titanes, habitual fuente de broncas matrimoniales. A algo tan simple y a la vez tan complicado como buscar el ABC de ayer.

—Mari, ¿dónde has puesto el ABC de ayer, que pone aquí Burgos que hay que buscarlo para mirar no sé qué?
—No sé, ¿tú no lo pusiste con los otros periódicos atrasados en la terraza, encima de la lavadora?
 —No, lo he buscado ahí, pero no está.
—Pues entonces tendrá que estar todavía en la salita.
—Tampoco. ¿No lo habrás tirado?
Bueno, demos por supuesto que ha terminado la discusión con Mari y que usted ha encontrado el ABC de ayer. Vaya a la página 28. A la información a toda página titulada «La Capilla Real excava en su pasado». Como ilustración, la fotografía de unos señores enfundados en unos monos de color crema, con cascos de albañil en azul, dale que te pego a la solería levantada de la real y nupcial capilla catedralicia, donde se ve que está tapado por obras el Baldaquino del PER.
—¿Cómo el Baldaquino del PER?

 Sí, hombre: el baldaquino del altar de la Virgen de los Reyes, que es el dosel del PER a lo divino. La Patrona de la Archidiócesis y Alcaldesa Perpetua de Sevilla fue la primera que se acogió al PER en Sevilla. Lo pone allí bien clarito, manque en latín: «PER me reges regnant».
Sigamos con la foto de la página 28 del ABC de ayer. Han dejado la Capilla Real, vamos, como Emasesa tiene a la cercana calle Federico Sánchez Bedoya. Todo patas arriba. ¿Para qué? Para lo de siempre: para continuar el imparable proceso de conversión de la Magna Hispalense en Parque Temático Catedralicio, a mayor honra y gloria del turismo y de sus ingresos por taquilla. La Capilla Real era de lo poquito que se había salvado de esa como desamortización turística o desnaturalización museística que tras la Expo del 92 sufrió la Catedral toda, que es ahora como un Museo, no un lugar de culto donde entras a rezar. La Capilla Real la incorporan a esa estética. Y se ponen a excavar. ¿Para qué? Lo que ha estado siglos debajo de la Capilla Real, bien estaba allí. ¿Mira que si encuentran algo de interés y nos la convierten en un Antiquarium, esa parte arqueológica de las Setas que tiene nombre de bar de copas o de discoteca?
Sigamos con la foto. Al fondo, verán que está tapado el altar de la Virgen de los Reyes como antiguamente por la Cuaresma, cuando ocultaban las imágenes. Tras la procesión de los nardos de agosto, dejaron a la Virgen de los Reyes en su paso y en la iglesia del Sagrario, donde los devotos siguen acudiendo a rezarle. Pero delante del vacío altar de la Patrona verán en la foto que hay un cajón de obras. ¿Usted sabe qué hay dentro de ese cajón de obras? Pues nada menos que el cuerpo incorrupto del Santo Rey Fernando III de Castilla y de León, en su argéntea urna de Juan Laureano de Pina. No es San Fernando en efigie, como sale en el Corpus, con su capa de armiño, su espada y su bola del mundo: no, es el propio cuerpo del Santo Rey Conqueridor el que está allí tragando polvo, en plena obra, metido de mala manera entre cuatro tablones. El agravio es doble, si pensamos en el vivo culto diario a la Patrona en El Sagrario y en el cajonazo que le han pegado a San Fernando. A San Fernando no lo respetan ni los albañiles, ni los arqueólogos que no sé qué leches buscan en el subsuelo de la Capilla Real, ¡adiós, Indiana Jones! A la Virgen de los Reyes se la llevaron al Sagrario; al Santo Rey lo han dejado como en consigna. ¡Ay, como San Fernando se jarte, se levante de su tumba y la emprenda a mandobles de su espada con los profanadores del templo!

 

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