ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Oro para los de plata

COmo me da una pereza horrible escribir de política, y más ahora con el empacho de la campaña, hoy me da la gana hablar de toros, que le hace más falta a la Fiesta. Que me corrija Esperanza Aguirre si me equivoco, pero me parece que fue ella como ministra de Cultura la que reconoció a la Tauromaquia como una de as Bellas Artes, al conceder la primera medalla de oro de tal nombre a Antonio Ordóñez. Desde entonces, y a pesar de los cambios de gobiernos, entre los premiados con la Medalla de Oro de las Bellas Artes no ha faltado nunca un matador de toros, o un caballero en plaza como don Álvaro Domecq. No seré yo quien diga que esas medallas van degenerando, y que al paso que vamos, como ya se las dan a todo el mundo, un año se la van a tener que conceder a Los Enanitos Toreros, porque el toreo bufo también forma parte de la Tauromaquia, aunque nadie lo reconozca (¿verdad, Andrés Amorós?), y en espectáculos de charlotadas llenas de técnica surgieron suertes como la chicuelina o esos pares de banderillas a los que ahora llaman «al violín» y que tienen en El Fandi a su Yehudi Menuhin.
Si todo se rueda como dicen las encuestas, las próximas Medallas de las Bellas Artes las otorgará quien, a su vez, haya recibido el premio de ser ministro de Cultura en la tóm, tóm, tómbola del gobierno del PP. Ya quien quiera que en su día sea ese señor o señora va dirigida esta consideración sobre los honores debidos a una Fiesta que es seña de identidad de España, ¿por qué, si no, cree usted que la han prohibido los separatistas catalanes?
En el apartado taurino de las Medallas de Bellas Artes se hatenido hasta ahora un concepto muy restringido de la Fiesta. Sólo se ha premiado a matadores de toros, cuando en el teatro y en el cine galardonan a escenógrafos, cámaras, guionistas, decoradores, ¡hasta al apuntador y al tío de la claqueta! La Fiesta no sólo la hacen los hombres de oro. En la Fiesta hay mucho arte, mucho esfuerzo, mucha dedicación, muchas fatiguitas, muchas penurias, muchos triunfos y mucha sangre en los hombres de plata, en los banderilleros, bien merecen ser distinguidos también con la Medalla de las Bellas Artes. Se nos están muriendo los grandes toreros de plata sin que se haya reconocido su arte de un par de poder a poder asomándose al balcón en una lejana plaza de pueblo, o de un medido capotazo a tiempo que ha propiciado el triunfo de su matador en Las Ventas o en Sevilla. Se nos ha muerto el gran Almensilla sin que tuviera su Medalla de las Bellas Artes. Meses atrás se nos fue Luis González, el que con Blanco y con Julio Pérez Vito formó la inolvidable cuadrilla de Jaime Ostos de la que Jean Cau hizo literatura en «Las orejas y el rabo».

En un obituario sevillano a la muerte de Luis González se evocaban los grandes rehileteros y capoteros de su generación de hombres de plata que siguen vivos, sin que se haya reconocido su aportación a la Fiesta. A ver si no se me olvida ninguno, pero allí se recordaba al citado, mi admirado Julio Pérez Vito, que tiene andares de torero hasta cuando va en pijama por el pasillo de su casa. Se recordaba a mi vecino Antonio Galisteo, dueño de una floristería, que cuando va a entregar un ramo parece que todavía está dando la vuelta al ruedo con las prendas del triunfo en la mano. Se recordaba al gran Andrés Luque Gago, que acaba de publicar unas preciosas memorias, amparado por su hijo, el profesor Luque Teruel. Se recordaba a Tito de San Bernardo, lección de maestría. No quiero que se me quede nadie fuera, pero a ver si el PP reconoce a los hombres de plata el oro de las Bellas Artes del Toreo.

 

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