ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Merkel emberrechinada

CUANDO se producen estos silencios, para explicar lo sorprendentes o fastidiosos que pueden ser, me gusta poner el ejemplo de la familia con niños chicos que está de visita en casa de unos amigos con hijos de la misma edad. Mientras los padres meriendan, charlan o ven el partido de fútbol, juegan y corretean los niños, como es su obligación, tiran al suelo algo y lo rompen como marca la tabla. Pero de pronto los gritadores niños desaparecen y se hace el silencio. Siguen los padres en lo suyo, tomando la copa o el cafelito, hasta que una de las madres advierte que los puñeteros niños han desaparecido por algún ignoto cuarto, terraza o cocina y han dejado de dar por saco. Y viene entonces la misma pregunta que me hago hoy, aplicada a los menesteres que habré de explicarles:
—¿Qué barrabasada estarán preparando estos niños, que están tan calladitos?
Me pregunto eso mismo a cuatro días de las elecciones. Como los niños de las visitas que de momento se quedan tan silenciosos por los rincones, ¿qué barrabasada estarán preparando de aquí al domingo los del PSOE, a la vista de la marcha triunfal del PP en las encuestas, que están tan calladitos? En los tramos finales de las campañas electorales nunca llego a creerme que sea verdad tanta belleza de unas encuestas que da gusto verlas y que anuncian que se va el caimán, se va para Barranquilla, como se le cantaba a Franco con la canción que naturalmente prohibió el régimen. En vísperas de las municipales y autonómicas, incrédulo que soy, no llegué a creerme las mayorías que daban al PP. «Algo tramarán —pensé—, aquí siempre estallan unos trenes en Atocha cuando se pintan las más gloriosas jornadas electorales». En las elecciones de mayo, el triquitraque ferroviario fueron los indignados del 15-M, más protegidos por el PSOE que el lince o que los conductos por Doñana de la compañía del gas de la que Felipe González es consejero (él siempre al lado de los pobres: de Carlos Slim a Gas Natural y tiro porque me toca).
Ahora, aparentemente, los protegidísimos indignados no han ocupado «espontáneamente» todavía Puerta del Sol alguna, más que algo de la Plaza de Cataluña en Barcelona, pero, como diría El Beni de Cádiz, «mú poco, casi ná». Ahora tampoco han sacado los grandes escándalos de extraer basura debajo de las alfombras del poder del PP, ese as en la manga con que siempre amenazan para que se rompa la noche de la ilusión de las encuestas. De aquí al domingo, ¿qué serán capaces de organizar? ¿Protegerán otra vez a los indignados, o a los enfadados, o a los disgustados, o a los cabreados, o a los emberrechinados, para que monten el cirio, culpando a Rajoy de todos los males que hemos padecido durante los ocho años del Imbecilato? Toquen madera, que no me creo que esto vaya a quedar así, como dicen las encuestas.

Punto en el que, como ponía en las ventanillas de los viejos vagones de la Renfe, es peligroso asomarse al exterior. Los indignados, los cabreados, los emberrechinados, pueden ser esta vez los alemanes. La mayor emberrechinada en estas elecciones puede ser Angela Merkel, la nueva Führesa del IV Reich. Digo como aquel entrenador del equipo de natación de Lepe que llegó a la Olimpiada y le preguntaron cuáles eran sus aspiraciones, a lo que contestó: «Con tal de que no mese ajogue ninguno...» Como el entrenador lepero digo: con tal de que esta vez la indignada y la emberrechinada no sea Angela Merkel y Alemania no mande a Europa intervenirnos en cuantito Rajoy haya ganado las elecciones...

 

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