LA frase es demasiado brillante como para que se le ocurriera solito a un ZP que la hizo famosa. Me suena a rotunda y lapidaria cita de Churchill o Wilde: «La economía es un estado de ánimo». Y si la economía es un estado de ánimo, Sevilla tiene que estar que lo tira. ¿Han estado por el centro, por el galáctico túnel iluminado de la Avenida, por una calle Sierpes que parece que comercialmente está levantando cabeza y se está «tetuanizando»? ¿Han visto a los sevillanos de los barrios llegar en autobús hasta El Duque, y a los de Los Remedios bajarse en La Magdalena? ¿Han visto a la gente con bolsas de la compra, en unas calles comerciales reactivadas tras mandar a tomar por saco la locura estalinista del Plan Centro, y las cajas registradoras repicando a gloria?
Aunque estemos en plena crisis, aunque seamos la capital de la región del paro, me parece que los 20 concejales, 20 le han devuelto a Sevilla en estas fechas la alegría. ¿Me lo parece a mí, o es verdad que va la gente por la calle más contenta y con la cara más alegre que en aquellas Pascuas del Solsticio, en que atenazados por sus socios comunistas los del Ayuntamiento de la Mariscada pusieron esto tan triste como una ciudad de la antigua Europa comunista? Habrá menos coñazos en forma de comidas de empresa, pero los bares están a reventar, y llenas las terrazas de las estufas-sombrillas de butano o de las candelás gitanas sin zambomba de los veladores del Ex Bar Laredo.
¿Será que los sevillanos nos ponemos así de contentos en cuanto vemos una iluminación extraordinaria? La Avenida tiene algo de portada de Feria infinita, de luces de abril. Faltan los farolillos. Los sevillanos van bajo esas luces con la misma cara de alegría de obligado cumplimiento que se nos pone en la Feria. Y luego, el refinado espectáculo de luz y sonido de la Plaza de San Francisco a oscuras, cada día a las 19 y a las 21. Lleve a sus niños, que aquello tiene un ver. Menos el nombre, que es horroroso, «mapp», pues suena a producto de limpieza que está en oferta en Alcampo, el espectáculo es el reflejo de un sueño de ciudad. Una ciudad culta y artística que quizá no exista, pero que debiera existir y que se proyecta sobre la fachada plateresca de la Casa Grande con el orgullo de la Historia de Sevilla y que «Se llama Navidad» con motivos de Pacheco, Velázquez, Roelas o Murillo, rematado con una rima de Bécquer que parece copla de seises: «La gota de rocío que en el cáliz/ duerme de la blanquísima azucena,/ es el palacio de cristal en donde/ vive el genio feliz de la pureza.» Y hecho todo por sevillanos de las nuevas tecnologías, no por catalanes... o chocolateros alemanes de tías en cueros dentro de las iglesias. «Jornal para los nuestros», que dice Padilla Crespo en la calle Adriano.

Y en estos días de gente contenta por la calle, me llega la noticia triste de la muerte de Paco Arenas Peñuela, el hijo del gran Luis Arenas Ladislao y su cirineo fotográfico, que fue mi compañero en Portaceli. A Paco y a su hermano Luis debemos las fotos de los monumentales libros «Sevilla Oculta» y «Sevilla Penitente». Paco Arenas fue elegido en Portaceli para cantar el «Redde» del Miserere de Eslava, cuando don Pedro Braña lo rescató de la prohibición del Cardenal Segura. Estaba la otra noche paseando por la ciudad iluminada tras presenciar el espectáculo navideño de luz y sonido en la Plaza, y me acordé de Paco Arenas y de ese versículo como de seises del Miserere que le escuché cantar en la iglesia de la Anunciación y en el Lope de Vega: «Redde mihi laetitiam salutaris tui», «devuélveme la alegría de tu salvación». De la crisis aún no nos hemos salvado, pero los 20 concejales, 20 por lo menos nos han devuelto la alegría. Y como la economía es un estado de ánimo...