Jesús Quintero sabe que en Cádiz hay que mamar. Y no sólo en la capital, que es la Cuna de la Libertad, donde la impresionante comparsa de mi compadre Antonio Martín dice que se acabó el cuento y saca el pendón morado de Fermín Salvoechea para gritar "Viva la Pepa", a lo que las limpiadores del oratorio de San Felipe Selu (que ya no es de San Felipe Neri, sino de San Felipe Selu) le responden que mejor gritar "Viva la Pepi", aunque te digo esto de ti pa mí, y ten cuidao con el suelo, que lo acabao de fregar, no te vayas tú a resbalar conmigo. No me resbalo si añado que Quintero sabe que en Cádiz hay que mamar no sólo en la capital (donde algunos vamos a clase cada noche mientras dura el concurso de agrupaciones en el teatro), sino en la provincia. Una provincia que es como un continente, pues tiene de todo, como las tiendas de los chinos: va de las lluvias perpetuas de Grazalema a las puestas de sol de Bajo Guía, pasando por la blancura de Arcos o por la Inglaterra que se filtra a través de la reja de Gibraltar y llega hasta el polo de Sotogrande.
Jesús Quintero sabe que en los personajes de Cádiz tiene un filón para su programa, ese mismo programa que viene haciendo inalterablemente desde hace una jartá de años, total, ¿para qué lo va a cambiar? ¿Cambian acaso la Cocacola su formula o la Cruzcampo su sabor? "Los locos del viento" se llamó un libro sobre estos personajes populares gaditanos que publicó Joaquín Piserra. Allí estaban recopilados todos los geniales macandés gaditanos, como Carlos el Legionario, El Chícharo, El Lechero Carlota, Manolo el Cojo, El Cochero Vinaza, Manolo el Aviador o Antonio el Sacristán. Quintero creo yo que tiene hasta veedores de loquitos, que le van poniendo al día la nómina de majarones ilustres. Los personajes que van suministrando a Quintero desde la inagotable cantera gaditana vienen a ser como apéndices del repertorio de Joaquín Piserra. De uno de ellos, antes de llevarlo al programa, me habló entusiasmado:
-- Esta semana voy a traer al Jorobado de Barbate, que es como el de Notre Dame, pero con más gracia y mariquita.
El Jorabado de Barbate, al poco tiempo, se convirtió en El Pozí. Vestido de flamenca, como un chafarrinón, con la cara y los labios pintarraqueados, se hizo famoso con sus condensados monólogos: "Amparo, ¿te has fumao un porro? Pozí". Y Pozí se le quedó. Personaje más de El Bosco que de los pícaros de Cervantes, algo repugnantito, la verdad.
Quintero le sacó hasta el unto sin sal a Pozí. Hasta que, como al Risitas, como al Peíto, como el que retransmite el gol de Zarra con un cubo de cinc, se lo robaron los programas tremendistas de la televisión basura. Al Pozí le sacaron su jugo, lo exprimieron, y lo tiraron como una aljofifa cuando ya no les servía. Hicieron últimamente espectáculo hasta de su propia destrucción, desamparado, sucio, viejo y hambriento en un mugriento cuchitril. Ahora lo han vuelto a sacar y han exhumado archivos enteros de vídeos. Pozí ha muerto abandonado en un asilo de Vejer. Juan Luis el de Tarifa, otro loquito del viento, diría que Pozí ha tenido una muerte vegetariana: en Vejer. Yo digo que tenía nombre de copla antigua, de las primeras de Rafael de León. Nombre de placa de pizarra. Se llamaba Manolo, Manolo Reyes. Como la copla que metió Vallejo por bulerías: "Manolo, Manolo Reyes,/a esa mujer pronto orvía/que el querer no admite leyes/en las cosas de la vía". Pozí, ha muerto Pozí. Lo encumbraron los televisivos recicladores de residuos y desgracias andaluzas. Hijos, a ver cuándo sacáis a un jorobado vasco, que los hay, o a un mariquita catalán, que existen a manojitos, para cachondearos de ellos. Y además, no robadles sus locos al Loco, joé, que él los respeta y vosotros los exprimís hasta su muerte en la miseria.