ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La pelúa

Los pedantes llaman leyendas urbanas a los embustes que pasan por verdades. Podría colegirse que Griñán gobierna Andalucía con leyendas urbanas: el déficit era del 1,5% y resulta que es del 3. Los socialistas han hecho de la mentira y del despilfarro sendas Bellas Artes. Qué arte tienen para tirar el dinero y para convertir las mentiras en verdades... Pero dejando a un lado a los que dicen las encuestas que les quedan dos telediarios (y tres quinarios), yo quería referirme a otra leyenda urbana, que asegura que en Sevilla no hace frío.
-- ¡Anda que no! ¡No ni ná!
A eso voy, a la pelúa, a la persistente pelúa de estos días. Aunque estemos como los ingleses, con lo muy educado y elegante de hablar del tiempo, la verdad es que yo no recuerdo tantos días seguidos de tanto biruji en Sevilla. Son días de sabañones antiguos. Entre las muchos logros de la modernidad y el progreso que disfrutamos figura un avance social importantísimo: la desaparición de los sabañones. Por mucha pelúa que haga, los niños no cogen sabañones las criaturitas pasando frío para ir al colegio o esperando la ruta en la esquina. El sabañón, gracias a Dios, ha sido erradicado, como la tisis o la polio. (Me extraña que la pelos locos de la consejera de Salud no haya dado una rueda de prensa para anunciar la erradicación de los sabañones gracias a "las políticas sociales" del por aquí te quiero ver.)
A pesar de la pelúa, tan pertinaz hogaño como la sequía, sigue teniendo curso legal en Sevilla la leyenda urbana de que aquí no hace frío. Por lo cual el sevillano coge unos enfriamientos, unas gripes, unos catarros y hasta unas pulmonías dobles que no quiero ni contarte. Durante dos noches consecutivas he padecido las consecuencias de esta leyenda urbana. No sé dónde he pasado más frío. Si en el Alcázar, en la cena de entrega del premio "Manuel Clavero" del "Diario de Sevilla" al cardenal Amigo Vallejo, con una copa al aire libre en el Patio de Carlos V y luego con una cena de pies helados, que había que apartar a los pingüinos para poder sentarse a la mesa, sin quitarse naturalmente el abrigo. Si allí pasé tela de frío, más al día siguiente en el patio de la Casa de los Pinelo, en la copa de celebración del cervantino y perfecto discurso de Andrés Amorós como correspondiente de la Real Academia de Buenas Letras. Sevilla es el único lugar del mundo donde en pleno mes de enero, ya de noche, con 9 grados, se le ocurre a alguien dar una copa al aire libre, vamos, como si estuviéramos en abril. Total, como en Sevilla no hace frío...
-- ¡Anda que no! ¡No ni ná!
Sevilla no está preparada ni física ni mentalmente para esta pelúa. ¿Usted no ha visto que, aparte de que no haya calefacción, en los sitios públicos no hay ni siquiera guardarropa, porque nadie lleva abrigo? Con una bufandilla y un chaquetón echamos el invierno, porque como, total, en Sevilla no hace frío... Y si llevas abrigo te encuentras con el problemazo de no saber dónde dejarlo. Por eso felicito pùblicamente al restaurante Sevilla Bahía, que tiene algo insólito en la hostelería sevillana: ¡percheros a discreción para colgar los abrigos!
Todo lo cual me hace dudar de que Rajoy sea gallego. Yo creo que es sevillano. Rajoy se plantó el jueves en Berlín para hablar con la seño de su cole, con la Seño Merkel. En el aeropuerto de Berlín hacía 6 grados bajo cero. Y cuando la seño estaba arropadita con su buen abrigo para recibirlo a pie de escalerilla, Rajoy se bajó del avión y revistó las tropas...¡a cuerpo gentil! Como los sevillanos en Sevilla. Porque como, total, ni aquí ni en Berlín hace frío...
-- ¡Anda que no! ¡No ni ná!

 

 

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