ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Matacanónigos

Desconfíen de todo eso que dicen de que viene, que viene... una masa de aire polar procedente de Siberia que hará bajar los termómetros hasta fríos como-de-por-ahí. En Sevilla siempre hay una masa de aire polar, sin necesidad de que venga de Siberia. Yo no sé de dónde viene, pero sí dónde va. Va directamente a la esquina de Placentines con el Palacio Arzobispal: a Matacanónigos. En la Sevilla de la geografía de los motes, en la ciudad del Cabo Persianas, del Mechero, de la Casa sin Balcones o de la Fuente de los Meones, a esa esquina se le llama Matacanónigos desde tiempo inmemorial. El nombre lo dice todo. En Marbella presumen de microclima, ¿no?, que hasta en las calores del verano parece primavera. Bueno, pues Matacanónigos debe de ser también un microclima, pero de un perenne frío que se mea la perra. Hasta en el verano corre allí un aire que para qué te voy a contar.
Lo comprobé la otra tarde, cuando iba hacia la Academia para escuchar el discurso de Andrés Amorós sobre la quijotesca Cueva de Montesinos. Venía desde la calle de la Mar y no hacía todavía este frío que pela. Bueno, que pela, que lava, que marca y que te da un farmatín en las raíces si te hace falta. Yendo hacia Don Remondo ("la calle donde siempre es enero", en rotunda frase de Carlos Navarro Antolín) me paré justo en la esquina de Matacanónigos, frente a la menos vistosa de las puertas de la Catedral, la del Lagarto, y corría una ventolera fría de morirse. En Matacanónigos no es que siempre corra el aire, es que gana los cien metros lisos. ¿De dónde viene? ¿Dónde se forma ese viento? Estuve parado un buen rato, haciendo de hombre del tiempo, o de cabañuelista, o de fraile del puntero de los barómetros de cartón que sigue vendiendo la centenaria Papelería Ferrer en la calle Sierpes. Estuve observando de dónde puñetas podía venir esa corriente y, la verdad, no encontré causa justificada. ¿La Corriente del Golfo dice usted? La Corriente del Golfo es el goteo de un grifo con la zapatilla rota al lado de la corriente fría que siempre hace en Matacanónigos, fábrica de pulmonías dobles. Es como si se hubieran dejado abierta una puerta. ¿O será que la Giralda echa para abajo los excedentes de los vientos que no puede beberse su veleta? Porque sabrán que la Giralda es una mujer que está que se bebe los vientos por Sevilla.
-- ¡Óooole!
-- Muchas gracias.
Lo que me sorprende es que en esta ciudad donde oficialmente no hace frío (no ni ná, anda que no), nunca a nadie se le haya ocurrido poner un termómetro en Matacanónigos, para demostrar que allí hace tela. Lo menos cinco grados menos que en las Gradas. ¿Quién le puso este nombre a esa esquina? No sé. Quizá fuese el gran divulgador del apelativo, don Santiago Montoto, azote de calonges. La vez primera que oí hablar de Matacanónigos fue a Montoto, una mañana de invierno en que lo acompañaba desde la Punta del Diamante a su casa en la Borceguinería y pasamos por allí. El friolero Patriarca de las Letras Hispalenses se echó para arriba el cuello de su abrigo y se tapó más todavía con su sombrero, sus guantes y su bufanda de ir a ver al Betis en Heliópolis. Luego he visto ya escrito el topónimo popular. A Manolo Grosso, en una guía de la Semana Santa: "La esquina de Placentines con el Palacio Arzobispal era conocida por el pueblo como Matacanónigos por los vientos que corren en invierno y las pulmonías que provocaban. A Francisco Robles, en sevillanísimo dictamen: "En Matacanónigos se cogen las mejores pulmonías del mundo". Deduzco: en Matacanónigos siempre es Siberia. Igual que La Habana es Cádiz con más negritos, Matacanónigos es Siberia con repiques de la Giralda.

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