ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La Sevilla de Martín Cartaya

Jesús Martín Cartaya ha reunido una antología de su archivo de carretes en un libro de fotos más que evocadoras de Sevilla, al que yo quisiera dedicarle este artículo, pero por un lado no sé y por otro, ¿qué quieres que te diga?, ya que puedo dejarles con la miel en los labios. El libro se llama "Sevilla en blanco, negro y color", título no precisamente afortunado, la verdad; más que de un libro de fotos parece de un catálogo de Titanlux, joé. Lo ha editado el Ayuntamiento, que con el libro rinde un homenaje justo, necesario, equitativo y saludable al bueno de Martín Cartaya. Pero por eso mismo, porque el libro lo ha editado el Ayuntamiento, se trata de una edición no venal.
-- ¿Eso de "no venal", qué es? ¿Que no tiene sangre en las venas?
No, significa que como el cariño verdadero de Manolo Escobar, ni se compra ni se vende. El libro no está a la venta. Hay que conseguirlo exclusivamente por tres procedimientos de succión municipal, a cuál más sevillano, a saber:
1. De válvula.
2. De gañote.
3. De mangazo.
Si usted no conoce a nadie en Fiestas Mayores para pegarle el mangazo, se queda sin libro. No puede ir a Beta y comprarlo, lo lógico. ¿Por qué? Ah, misterios municipales. Don Zoido: ¿cómo se gasta el Ayuntamiento el dinero en editar libros necesarios que luego no se ponen a la venta, y que encima regalan ustedes a quienes que no les interesan lo más mínimo, mientras que los que de verdad los aprovecharían se quedan con las ganas?
Pero vamos al libro de Martín Cartaya. Es una antología de los retratos que a lo largo de nada menos que toda una vida, este fotógrafo libérrimo de la Puerta de Triana le ha ido haciendo a una novia que tiene y que se llama Sevilla. Todo aquello en lo que ningún otro fotógrafo reparó es en lo que se fijó el puñetero de Martín Cartaya, cuyos retratos sevillanos cobran así un valor histórico singular, en cuanto fuentes únicas, unipersonales e intransferibles para apresar la vida que se nos fue, los cielos que perdimos, los personajes que murieron, las tiendas que cerraron, las calles que derribaron. La Sevilla que pudo haber sido y no fue. Pero que sigue existiendo ahora en la eternidad de las fotos de un libro, gracias a la sensibilidad de Martín Cartaya, que le dio importancia a los detalles, a los azorinianos primores de lo vulgar, a lo que a nadie interesaba, a lo que nadie valoraba y que al cabo de los años forma este cuerpo de guardia único de los mejores recuerdos de Sevilla. En las fotos de este libro está apresada el alma de la ciudad en sus personajes, en sus tradiciones, en sus devociones, en sus toreros, en sus procesiones de gloria, en sus loquitos, en sus capillitas, en sus artesanos, en sus soñadores. En sus enamorados. A la cabeza de los cuales está Jesús Martín Cartaya, fedatario público de la vida cotidiana, de los pequeños grandes detalles que hacen Sevilla. Fotos que se editan con pies redactados por Álvaro Pastor Torres, anotaciones verdaderamente magistrales a cada trozo de Sevilla retratado. Como un buen banderillero de leyenda, como Blanquet, a Álvaro Pastor le basta el capotazo de una sola frase para poner en suerte el toro del tiempo detenido en una foto de Jesús Martín Cartaya. Pues nada, hijos míos del Ayuntamiento: guardad para mejor ocasión el poner a la venta un libro fundamental sobre Sevilla. Sois tan papafritas por lo menos como el que ha escrito el mamarracho de prólogo de este libro, un tal Antonio Burgos.


 

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