ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Los ojos del nazareno

A Andrés Amorós, nazareno del Silencio

En "Proverbios y cantares" el hermano de Manuel Machado dedicó a Ortega y Gasset esta soleá de tres versos:
"El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve."

He recordado esos tres versos muchas veces tres en estos días del gozo, mirando a los ojos de ese nazareno de negro, de cola y esparto, que en una parada de la cofradía baja su cera y se queda junto a donde estás viéndola pasar, y sin decirte nada, te mira fijamente, como queriendo decirte algo. Los ojos del nazareno miran tus ojos. Sin pestañear. Ojos claros de los nazarenos. ¿Por qué hay tantos nazarenos con los ojos claros? ¿Será que el negro ruán del antifaz se los pone en la noche de la color del cielo de Sevilla? -
Si es difícil mantenerle la mirada a una mujer que amas, más a ese nazareno enigmático cuyos ojos te miran tan fijamente entre chicotá y chicotá del paso, antes de que levante la cera y se ponga el cirio al cuadril de su gastado esparto. Esos ojos de los nazarenos de las cofradías de silencio parecen todos que quieren decirnos algo. ¿Qué nos dice con su mirada el nazareno que permanece a nuestro lado hasta que de nuevo los goterones de cera de los cirios vuelven a ser el reloj de arena que marca el lento tiempo de Sevilla, los minutos que desgrana el péndulo del incensario?
¿Están vivos los ojos del nazareno que te mira o son los ojos de los nazarenos muertos, que hoy, esta tarde, esta noche, vuelven a venir por el camino más corto a la tierra que habitaron, al mismo camino de la estación de penitencia de cuando eran jóvenes, y estaban enamorados, y tenían todavía toda la vida, toda la primavera, por delante? Yo creo que los viejos nazarenos vuelven y se reencarnan en esos nazarenos de manos arrugadas que te miran con ojos de cansancio.
Hoy quiero creer saber o creo querer saber lo que nos dicen los ojos del nazareno, a la luz de los tres versos de Machado. Los ojos del nazareno existen porque nos ven a nosotros. Creemos que los nazarenos de estas silentes cofradías no ven, no oyen. Viendo la cofradía, hablamos inconveniencias y secretos en su presencia. Como los señores de las casas grandes con los criados que les sirven la mesa, creemos que los nazarenos no nos oyen, no nos ven, no saben quiénes somos. Al cabo del tiempo, alguien nos dice:
-- Vaya tela ver cómo estabais Paco y tú poniendo a Menéndez, de chupa de dómine, mientras veíais mi cofradía...
-- ¿Y tú cómo lo sabes?
-- Porque yo era la tercera pareja del quinto tramo de Cristo y en un parón me llevé un buen rato a vuestro lado...
Los ojos del nazareno van pasando revista a Sevilla. Van contando ausencias. Los ojos del nazareno nos miran tan fijamente porque se alegran de vernos donde todos los años donde siempre cuando pasa su cofradía. Los ojos del nazareno son como las miradas de la plaza de los toros, cuando luego te dicen:
-- Ayer no estabas en tu sitio... ¿Fuiste a otra localidad o es que te pasaba algo?
Los ojos del nazareno son notarios de la vida y de la muerte. Los ojos del nazareno, este año, ay, echarán de menos a aquel abuelo que siempre estaba con sus nietos viendo la cofradía en esta misma esquina donde a él le llevaban sus padres cuando chico. Los ojos del nazareno, ay, echarán en falta aquella exacta saeta de Pepe Peregil al pasar por delante de aquel mismo balcón de todos los años... Los ojos del nazareno son ojos porque nos ven y contemplan cómo el tiempo teje y desteje el manto silencioso de la ciudad.



 

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