ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Calentitos de Triana

Rafael Montesinos dejó escrito que llamarle en Sevilla churros a los calentitos sí que es un churro. Y yo, por cumplir lo que Montesinos dejó irreparablemente dicho como si fuera su última voluntad, que lo era, les sigo llamando calentitos tanto por escrito como de palabra. Sin ningún éxito. No falla. Voy a uno de esos sitios donde ponen calentitos de merienda, como por ejemplo al Picatoste de la calle San Eloy, y le pido al camarero:
-- Una ración de calentitos.
Y el camarero, que como todos los camareros tiene un enorme interés por hacer la traducción simultánea del habla sevillana a la lengua madrileñí, inmediatamente da a la cocina la voz ejecutiva, muy alta y fuerte, para que se oiga bien el churro de su léxico, como pegándome con él en toda la cara:
-- ¡Que sea otra más de churros!
¡Toma ya churros! Pá que te enteres, que Rafael Montesinos podría decir misa en su colegio de Villasís o en el de Pajaritos, pero que en Sevilla, ya, a los calentitos les llama churros la churrocracia ambiente. Total, si estamos haciendo de Sevilla un churro, el churro de las Setas, el churro de la Torre Pelli, el churro de La Piel Sensible, el churro de la nueva fuente de la Puerta Jerez, el churro de la reforma del Laredo, el churro de la restauración del Alfonso XIII, el churro del complejazo de la derecha para ejercer la mayoría absoluta con sus 20 concejales, 20, ¿por qué los calentitos habían de seguir siendo calentitos? Lo calentito no se lleva. Ya ve usted: el PP se pasó toda la campaña de las autonómicas denunciando que se lo estaban llevando calentito con los Eres y con el chófer de la cocaína, y resulta que a la gente le importó un bledo que se lo llevaran calentito. Por lo que salió de las urnas el churro de que Arenas no consiguió la pregonada mayoría absoluta. Que yo creo que el que le hizo las triunfales encuestas a Arenas fue el meteorólogo que le dijo el Viernes Santo a la Carretería y al Cachorro que no salieran, porque iba a caer la mundial cuando llegaran a la carrera oficial.
Por eso, por el imperio del churro en este churro de ciudad, y ya que he hablado del Cachorro, yo quiero hoy rendir homenaje aquí a un bar de Triana, de la calle San Jacinto, donde los calentitos se siguen llamando calentitos, oralmente y por escrito. Trátase del Bar Restaurante Esperanza, que está en la parte final de la calle San Jacinto, pared con pared con la Cruz Roja de Triana, que se escribe Hospital Infanta Luisa, pero se pronuncia Cruz Roja de Triana. Allí hay calentitos en sesiones de mañana y tarde, esto es, para el desayuno y para la merienda. Y no congelados, sino de calentería, hechos por un calentero de Triana, que me recuerda la letra de "Decir Sevilla", aquella canción de Juan Solano y Rafael de León que cantaba Rocío Jurado: "Van y vienen los barquitos/ del río a la luz temprana,/ los mejores calentitos/ los que fríen en Triana". Los que fríen en el citado Restaurante Esperanza. El único que fríe ya calentitos yo creo que no sólo en Triana, sino en Sevilla entera. Porque quitando a Angela, la calentera del Arco del Postigo, aquí todo el mundo fríe ya churros. ¡Qué churro! Lo mismito que en el Restaurante Esperanza, que en vez de sacar veladores a la acera de la calle San Jacinto como todos, para dar por saco a los peatones en plan Mateos Gago, lo que sacan es un pedazo de pizarra de la Cruzcampo donde pone con tiza: "Horario de calentitos: mañanas, 8,30 a 12; tardes, 16,30 a 20,00. La Dirección". ¡Pues óle por la Dirección del bar restaurante Esperanza! Y hablando de la Dirección, ya saben la dirección: calle San Jacinto, junto al Infanta Luisa. Estos tesoros del habla sevillana hay que protegerlos.

 

 

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