ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Los Porqueyós

 No, no me he equivocado en el título y se me ha ido la pinza, o sea, el alfiler de palo, dicho sea en lexico sevillano, al escribir el título de Pocoyó, los dibujos animados que hacen furor entre la chavalería y ha hecho rico a su creador, José María Castillejo. Quiene por cierto es título del Reino, con una dignidad que suena a puritito siglo XVIII: Conde de Floridablanca. Este Floridablanca es mucho más rico que aquel otro Floridablanca, José Moñino, que fue ministro de Carlos III y que por cierto murió en Sevilla, porque, como diría Pilar Bardem, "en algún sitio hay que morir".
Así que no hay error, y esto no va de Pocoyó, ni de Pajaroto, ni de Pato, sino de unos personajes no de dibujos animados, sino de la verdadera realidad, que salen por Sevilla como hongos en cuanto pasa la Semana Santa y que ya no paran hasta que entran las carretas del Rocío. Naturalmente que del Rocío de Triana, no se vaya usted a creer que de Ecija o de Escacena del Campo.
Esto va de los fatuos fantasmones que aparecen por Sevilla en estas fechas, y que no sabemos dónde pasan el invierno, como en la fábula de la cigarra. Van vestidos a la última moda que impone Rafael Medina, el hijo de Nati Abascal. Ya sabe usted: esas chaquetas que parecen de dos tallas menos de la que corresponde a quien las viste, con el botón tan apretado en la cinturita de pitiminí que si se le salta al gachó, deja tuerto a alguien. Buena camisa, pantalón clarito, mucho más clarito que el color garbanzo que antiguamente se usaba en los ternos para ir a los toros. Corbata carísima, con nudo gordo, de los que Euleón llama de sillín de vespa. Ah, y pañuelo de seda carísimo en el bolsillo de arriba de la chaqueta. Despechugadetes. Cadenas a discreción. Y mucha barra de bar, y mucha copa de balón, y mucho presumir, y mucho ronear. Escúchenlos, escuchen a los porqueyos, que con sus frases les parecerá que los están viendo:
Porqueyó no tengo abono de los toros, total, ¿para qué?, no me hace falta; si a mí me llueven las invitaciones, todo el mundo quiere invitarme a su barrera...
Porqueyó, antes de los toros, si no voy donde Antonio Donaire a recoger a uno de Madrid con el que he quedado allí citado y al que tengo que atender, y me tomo allí mi copita antes de tirar para la plaza, es que me parece que no voy a los toros ni nada.
Porqueyó, después de los toros, el problema que tengo es saber a cuál de las muchas invitaciones a cenar que tengo puedo corresponder, me sobra dónde elegir.
Porqueyó en estos días entre Semana Santa y Feria es que no piso un restaurante, todas son invitaciones en casas particulares, hijo.
Porqueyó cuando me pongo a bailar sevillanas, sobre todo si es con una chavala guapa que yo vea que le gusto, es que no hay quien me pare...
Porqueyó te digo a ti una cosa: como hay de señorío en el Aero no lo hay en ningún sitio de la Feria.
Porqueyó he ido a las mejores casetas y a los mejores flamencos de esas casetas y te aseguro a ti que como en la de Cristina y Jacobo no he pasado mejores ratos en ningún sitio.
Porqueyó no engancho, pero tengo amigos que enganchan los mejores coches que puedas tú ver en la Feria, ¿tú quieres que tu niña vaya de mantilla blanca en un coche estupendo en la Exhibición de Enganches? No tienes más que decírmelo...
(Porqueyó no sé cómo estos chuflas con balcones a la calle y ático retranqueado como son los odiosos Porqueyós tienen aquí tanto éxito, cuando son los culpables de que fuera de Sevilla nos llamen a todos "los miarmas"...)


 

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