ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El premio de Moneo

A Rafael Moneo, lumbrera refulgente de la Arquitectura, le han dado el premio Príncipe de Asturias de las Artes. Está clarísimo que el jurado de ese premio no ha venido nunca a Sevilla. Y si ha venido, ha sido en Ave o en coche, no por avión. Nadie que llegue al aeropuerto de San Pablo puede creer que le hayan dado el Príncipe de Asturias de las Artes al autor de semejante mamarracho. Que fue Moneo, el arquitecto aeroportuario que nos tocó en el 92. Como si no sobraran en Sevilla arquitectos en paro, nos encanta importarlos. La torre de su caprichito, por ejemplo, se la encargó Pulido a Pelli, divino argentino, cuando aquí hay arquitectos indígenas que se creen mucho más geniales, y perpetran engendros como el edificio de su propio Colegio o la reforma de San Telmo. El aeropuerto de la Sevilla del 92 se lo encargaron a un navarro como Moneo, mientras que el de la Barcelona del 92 fue para un catalán como Bofill. Aparte de que prontito iban los catalanes a consentir que les hiciera su aeropuerto un navarro, por muy Moneo que fuese, en Barcelona salieron ganando. Bofill hizo para BCN un aeropuerto que parece un aeropuerto, con sus pasillos rodantes, sus fíngeres, sus zonas comerciales, sus aparcamientos. Moneo, en cambio, creyendo que los sevillanos estábamos todavía como en tiempo de los moros, no nos hizo un aeropuerto: nos hizo una mezquita con aficiones de aeropuerto. A Moneo, en verdad, le hubiera gustado hacer la Mezquita de Córdoba. Pero como llegó tarde, ya que su señora madre no lo parió a tiempo, se desquitó en sus ansias mauritanizantes con el aeropuerto en forma de mezquita. Seguramente pensó:
-- ¿En Sevilla quiénes están? Los Morancos, ¿no? Pues entonces hay que hacerles un aeropuerto en forma de mezquita, que es lo que les gusta, la Giralda mora y esas cosas...
Como mezquita no sé, porque todavía no he visto por allí a ningún moro rezando con el culo en pompa, puesto de rodillas mirando hacia La Meca, y no he podido preguntárselo. Pero como aeropuerto, San Pablo le salió a Moneo como un churro. No un calentito, no: un churro. San Pablo es lo menos parecido a un aeropuerto que se despacha. ¿Cuánto se han tenido que gastar desde que lo inauguraron para corregirlo y ponerlo en condiciones? Lo que medio funciona hoy no tiene ya casi nada que ver la parida inicial de Moneo, incluido el borderío de poner "Hombres" y "Mujeres" en los baños de las llegadas.
¿Y la luz? ¡Cuidado que hacer el aeropuerto más oscuro del muuuuuuundo en la tierra más luminosa! Se ve que Moneo no tenía que pagar la factura de la luz. ¿Cuánto llevan pagado de luz a Sevillana-Endesa desde que se abrió el aeropuerto, don Francisco Arteaga? ¿Y esos corredores enoooooormes sin un solo pasillo rodante? Ah, claro, como los moros no tenían pasillos rodantes en las mezquitas... ¿Y las llegadas? ¿A qué viene tanta grandiosidad de cúpula califal en las salidas, y en cambio esas estrecheces y cutrerías en las llegadas, peor que una parada de Damas o de Los Amarillos, donde los pasajeros somos conducidos por una auténtica mangá de ganado bravo, estrechísíma y cuesta abajo? En El Parralejo tiene Pepe Moya mangás mucho más anchas y agradables para sus toros. ¿Por qué vienes a Sevilla en avión y en las llegadas no te dan ganas de cantar "Sevilla tiene un color especial", sino "El embarque del ganao levanta una polvarea"? Los usuarios de San Pablo le debíamos quitar a Moneo el Príncipe de Asturias del tirón, hasta que aprenda a hacer aeropuertos. Aunque todo es susceptible de empeorar, según Murphy. Si a Moneo le han dado el Príncipe de Asturias con el aeropuerto de San Pablo incluido, a Pelli el de la Torre son capaces de darle el premio Pritzker, que es el Nobel de la Arquitectura.



 

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