Yo admiro
mucho a Emilio Botín, como admiro a Roig el de Mercadona, a
Isidoro Alvarez el del Cortinglés, a Alierta el de
Telefónica, a Benjumea el de Abengoa, a todo ese Dream Team
de la empresa española que sí que formaría un buen Gobierno
de Concentración, vamos a dejarnos de cuentos. Pero hay
cosas de Botín que me rechinan. Por ejemplo, su afición por
convertir en hombres-anuncio del Santander a todo su
personal. En esta España donde no ves a un soldado de caqui
por la calle ni a un cura con sotana, los únicos que van
vestidos con el uniforme del cuerpo al que pertenecen son
los ejecutivos del Santander. Tengo entendido que Botín
amenaza con las penas del infierno del traslado a una
sucursal de las Batuecas al empleado que acuda a una reunión
sin la reglamentaria corbata roja, en esta España
despechugada y descorbatada. No solamente han de ir de
traje, con la calor que hace, sino con su corbata rojo
corporativo, con los colores del banco. Cuentan que en
cierta reunión donde Don Emilio impartía doctrina había un
ejecutivo, quizá nuevo en esta plaza, que osó acudir con una
corbata de Hermés, carísima, en vez de la encarnada
corporativa. Don Emilio, al verlo, le echó tal mirada
asesina que el hombre hubo de salir urgentemente a comprar
una donde la hubiere, para anudársela inmediatamente y no
buscarse una ruina. Es más: los chinos de esas 7.000 tiendas
de los veinte duros que dice Roig el de Marcadona que hay ya
en España tienen todos grandes reservas de corbatas Rojo
Botín legitimo, para bancarios del Santander en apuros.
Yo me creía que Botín, apara acostarse, se ponía la corbata
roja con el pijama. Y que se duchaba con la corbata roja
puesta. Estaba equivocado. Lo ha aclarado una foto traidora
que ha dado la vuelta al mundo desde Brasilia con motivo del
viaje regio con una corte de empresarios españoles para
reactivar nuestra economía. Hay veces en que Botín no lleva
la corbata roja. Entonces es peor, porque va de hortera y
oro. No sé qué habrá pasado entre los clientes y accionistas
del Santander cuando hayan visto la foto de Botín vestido de
mamarracho, con unos ridículos bermudas rojos, un polo del
mismo corporativo color, unos tenis encarnados bastante
chungos, y encima, lo que faltaba: ¡calcetines blancos! Mire
usted, don Emilio: porque las mías son cuatro perras gordas
que, como dice Curro Romero de las suyas, me como en un
resfriado; pero si yo estuviera en taco, sacaba ahora mismo
todos los caudales que le confío en el Santander. Hombre, no
se puede dejar nuestro dinero ni un pilar fundamental de la
economía española en manos de un señor que va vestido de
mamarracho por el mundo y que, para más inri, se pone
calcetines blancos. De un tío con calcetines blancos puede
esperarse lo peor, ¿verdad, Alfonso Ussía? Y que se lo
pregunten, si no, a los porteros de las discotecas elegantes
que quieren evitar grescas.
Botín ha dicho allí en Brasilia que el rescate de la ruina
de la Banca española se arregla con 40.000 millones de euros
de nada. Eso no es urgente. La tiesura bancaria puede
esperar. Lo más urgente de la Banca española es rescatar a
Botín del ridículo de su horterada de las Bermudas rojas
corporativas de uniforme y, sobre todo, de esos calcetines
blancos con el atuendo encarnado. ¿No puede la Junta General
de Accionistas del Santander hacer nada contra la horterada
de las corbatas rojas obligatorias? Los activistas de
Derechos Humanos, ¿no protestan porque Botín obligue a sus
ejecutivos a llevar las corbatas rojas más feas del
muuuuuuuundo? Hay una peligrosa parte cántabro-chuflona de
Botín que linda con Revilla el de las anchoas y el taxi a la
Moncloa. A ese Botín es al que hay que rescatar. Del mal
gusto, que es mucho más difícil que de los activos tóxicos.
Y además, ¡cuidado que vestirse de rojo, con el mal cartel
que tienen en la Economía los números rojos! Si por lo menos
fuera de verde del Betis y de los verdes campos del
paradisiaco edén de la Montaña...
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