Pregúntenme
lo que quieran sobre la equipación de la selección nacional
de fútbol (me niego a decir "La Roja"). Sé más que nadie
sobre camisetas rojas con listas amarillas porque ando
ocupado en un rescate. Igual que la Alemania de la Merkel
rescata nuestros bancos chungaletas, yo he de rescatar algo
en Alemania. Concretamente en Munich, donde el Bayern. Allí
vive mi nieto Philipp, desde que mi hijo Fernando tuvo que
cantar la nueva versión de "El Emigrante" de Juanito
Valderrama que entonan tantos titulados superiores de su
generación. Y mi nieto está allí entusiasmado con Mario. Por
partida doble. Con el Super Mario de sus juegos de la
consola Nintendo, en los que es un virtuoso, y con Mario
Gómez, el hispano-alemán o germano-hispano del Bayern y de
la selección alemana. Para mi nieto, que Super Mario sea un
"crack" es como si viera en la tele a su héroe de la consola
marcando goles. Por lo que, obviamente, su padre ha tenido
que comprarle la equipación futbolística blanquinegra de
Mario. Qué admiración no tendrá por Super Mario, que hasta
se ha quitado su querida camiseta del Betis de las grandes
ocasiones para cambiarla por la elástica blanca germana.
Y aquí viene mi rescate. Mi rescate consiste en comprarle
una equipación de la selección nacional española, para que
se la ponga con todo orgullo patrio cuando venga de
vacaciones a Tarifa. Y aquí viene también mi especialización
en equipaciones. Mi hijo me ha advertido:-
-- Que la camiseta sea la oficial de 2012, ¿eh? Que ponga
Adidas y que sobre el escudo tenga una estrella, porque, si
no, seguro que Philipp no la quiere...
Y ahí vino mi extrañeza en el conocimiento de la
indumentaria de la selección. Cuando España ganó el Mundial,
recibió dos honores heráldicos. Para la camiseta de sus
jugadores, sobre el escudo nacional, una estrella dorada,
que parece nombre de cerveza. Una estrella horrorosa, de
cinco puntas, que sobre el rojo de la elástica suena a
bandera comunista china o a cosa de Fidel Castro o del
alcalde de Marinaleda. No fue el único honor heráldico.
España también recibió una corona. Una corona de marqués
para su seleccionador: el cacofónico título de "Marqués de
Del Bosque" que S.M. el Rey concedió a don Vicente del
Bosque González el 3 de febrero de 2011, "en reconocimiento
a su gran dedicación al deporte español y la contribución al
fomento de los valores deportivos". Así que, en verdad, en
la camiseta que voy a comprarle a mi nieto tendría que haber
una estrella y una corona: la estrella de los seleccionados
y la corona del seleccionador. Pero Del Bosque, ay, no usa
su título ni aunque se lo mande la FIFA. Parece que le da
vergüenza ser marqués. Creo que regalan un viaje para dos
personas a la final de la Eurocopa a quien demuestre que ha
oído que un comentarista deportivo, un narrador de partidos,
un jugador o un aficionado se hayan referido a don Vicente
como el Marqués de del Bosque. ¿Será que eso de Marqués de
del Bosque les suena a los siete enanitos, aibó, aibó, al
Bosque a trabajar? ¿O a viejo chiste de Perich: "Cuando el
bosque se quema, algo suyo se quema, señor marqués"? ¿O será
un título sólo para nosotros los tartajosos, querido Pepe
Oneto, con esa encasquillada repetición "de-del": "Marqués
de Del Bosque"? De...de...donde se infiere que en España nos
dan vergüenza nuestras tradiciones. ¿Se imaginan que la
Reina de Inglaterra hubiera creado Duque de Hodgson al
seleccionador británico? ¡La lata que nos darían los
ingleses con su duque entrenador¡ Aquí tenemos un marqués
seleccionador y nos da vergüenza decirlo, no vaya a ser que
en vez de La Roja vayamos a ser La Facha. O será que quien
de verdad vive como un marqués es Pep Guardiola. Y ése ya se
ha ido.
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