ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Salmorejo, 10; Gazpacho, 0

 No quisiera hacer la competencia ni a Mentapicada ni a Euleón, ilustres firmas gastronómicas de ABC, que saben de fogones y barras siete mil millones de veces más que yo. Pero como cliente de la sevillana hostelería, vengo advirtiendo algo curiosón que comentar quiero. A efectos de platos fresquitos de entrada para el verano, e incluso para lo que no es el verano, Sevilla ha dejado de ser Emirato Independiente del Gazpacho para pasar a depender del Califato del Salmorejo de Córdoba. Si hubiera una Liga de esos platos nuestros fresquitos, como camperitos y cortijeros que de las gañanías saltaron a las mejores mesas, tendríamos que admitir que el salmorejo va ganando al gazpacho por goleada. Si no me quieren dejar por embustero, miren la carta del próximo restaurante donde vayan, sea caro o barato, sofisticado o sobrio. Verán cómo el gazpacho sevillano de toda la vida ha desaparecido de las cartas y ha sido sustituido, y con bastante éxito de crítica y público, por el salmorejo cordobés.
Yo creo que esto es la venganza de Córdoba contra Sevilla. En las pasada Feria de Mayo, Córdoba batió el récord de parejas bailando sevillanas en un mismo lugar y en un mismo momento. Un total de 679 parejas bailaron sevillanas de manera simultánea en la Caseta Municipal del recinto ferial de El Arenal. Si yo fuera cordobés, Rafaéeeee, me daría un por saco espantoso que mi ciudad batiera el récord de bailar algo que no es de Córdoba, como las sevillanas. Vamos, es como si en la Feria de Sevilla se intentara batir el récord de pandas de verdiales. De ahí pienso que viene la venganza cordobesa del salmorejo. Si en Córdoba se baten los récords de sevillanas, en Sevilla se baten marcas mundiales de consumo de salmorejo cordobés. Al sombrero de alancha le quitamos el nombre de "sombrero cordobés", como cita hasta la letra de "Mi jaca", pero al salmorejo no le hemos quitado el gentilicio de la Ciudad de los Califas y de Manolete. No hay carta que se precie donde no te den el salmorejo. Riquísimo en algunos lugares. Con la venia pedida a Mentapicada y Euleón, no creo que en ningún lugar de Córdoba haya un salmorejo tan bueno como el que ponen en la heliopolitana Doña Clara, junto al Avelino; tanto, que hasta lo he visto recomendado por los propios cordobeses del imperialismo del salmorejo.
A este paso, pronto habremos de crear en Sevilla, al modo de filial rociera, una hermandad que dependa de la matriz Cofradía Gastronómica del Salmorejo, que imparte en Córdoba doctrina sobre esta delicia andaluza, tomando como Biblia "El Libro del Salmorejo", de Almudena Villegas, que editó Almuzara. Tendremos que aprender los salmos del salmorejo, y echarlos siempre por delante de los sevillanos salmonetes a modo de salmodia del amuédano de la Mezquita cordobesa. A los amigos de La Gazpachería, a los emprendedores que comercializan en la avenida de Ramón Carande algo tan nuestro hasta ayer por la mañana como el majaíto gazpachuelo de toda la vida, habrá que recomendarles que funden La Salmorejería. Salmorejo que por cierto, como tienen tanta vista comercial, ellos ya te venden en tarrinas, igual que el gazpacho. Salmorejo que en sus distintas advocaciones con virutas de jamón o sin ellas, con huevo duro picado o sin él, tiene tantas variaciones como templos y predicadores la religión de los aleluyas. El gazpacho ha muerto, ¡viva el salmorejo! Pues anda que cuando los sevillanos descubran la porra antequerana hecha con aceite Hojiblanca, querido Juan Manuel Blázquez, no sé la que van a liar...
 

 

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