En Sevilla hay una forma cierta de
alcanzar la inmortalidad: morirse en agosto. Con la
ciudad vacía y la gente de veraneo, lejos, no se leen
las esquelas del ABC, que son en Sevilla los verdaderos
certificados de defunción. Si te mueres en agosto, la
gente no se entera de tu palmatoria. Te siguen creyendo
vivo, aunque apartado quizá de la circulación, retirado.
Vamos, con decirte que si te mueres en agosto ni Burgos
te escribe uno de esos gorigoris preciosos de los suyos,
de los de saltársete las lágrimas...
Yo ahora, lector, tomo la libretilla donde tengo
apuntados, ay, como la esquela colectiva de Pineda en
noviembre, los nombres de la leva agosteña de la Canina,
y veo la cantidad de gorigoris que he dejado de escribir
en agosto. Muertos que siguen vivos para los que estaban
lejos y no se enteraron. Pero dudo antes de seguir.
Queriendo honrar su memoria, ¿no les haré una jangá,
matarlos de nuevo, cuando muchos los creerían para
siempre vivos?
No escribí el gorigori de Roberto Dorado, cámara pionero
de TVE en Sevilla, cuando no había ni Telesur en La
Palmera, que con su Arriflex casi de manubrio enviaba
por avión a Prado del Rey noticias sin sonido para el
telediario. Dorado tenía toda la gracia. Fue el que le
puso el mote de Pepito Caramelos a José Jesús García
Díaz. Imitándolo en la Redacción de ABC de Cardenal
Ilundain, cogía el abrigo de Blázquez para que le
arrastrara como a Pepito y le decía a López Lozano,
director y presidente del Ateneo de García Díaz,
imitando su voz:
-- Don Joaquín, la Cabalgata son los niños y los
caramelos.
Y Caramelos se le quedó. Roberto Dorado era de aquella
Sevilla donde Félix el Modisto, que también se nos ha
ido en agosto, vestía a todas las novias de La Caridad,
Los Venerables y la Capilla Real. Donde la grada del
Sánchez Pizjuán le coreaba a otro de la leva agosteña, a
Mariano Martín Benito, con su calva del cura manchego
que nunca fue y su crónica deportiva del día siguiente:-
-- ¡A ver qué dice "Marca", a ver qué dice "Marca"!
Este agosto se nos ha muerto la Sevilla del doctor Julio
Mezquita en Tablada. Se nos ha ido la Sevilla de Paco
Santos el del Museo. Qué hermoso título de nobleza
sevillana esto de que lo conozcan y recuerden a uno por
el nombre de su cofradía: Santos el del Museo, Ponce el
de San Benito, Castro el de La Carretería, Nieto el del
Rocío...
Y de Bami se nos ha ido un torero: Antonio Galisteo, el
que tenía la madre de los Juliá retratado en las fotos
de una mesa revuelta en su bar frente al Coliseo; el
primo de Carmen Sevilla; el que le paró los toros de las
grandes faenas a las grandes figuras. De quien dije que
cuando desde su floristería iba a entregar un ramo a una
parida en el Sagrado Corazón andaba todavía con el garbo
del peón que lleva las flores que le han tirado a
Antonio Ordóñez en una triunfal vuelta al ruedo. Y se
nos ha ido otro torero, Ruperto, cuya carrera cortó un
novillo en Algeciras. No hay que aclarar que Ruperto de
los Reyes. De los Reyes de la Calle Real de Castilleja,
primo de los Hermanos Reyes, hermano del torero Diego y
del gran señor anticuario Bernardo, aún entre nosotros.
Cuya esquela era un chorreón de sangre azul celeste:
"Don Ruperto de los Reyes de los Reyes, esposo que fue
de la señora doña Carmen de los Reyes Cansino". ¡La Real
Maestranza de la Calle Real, la probanza chorreona de
los cuatro apellidos! Y al final, pero no el último, mi
amigo Ignacio de Pablo-Romero Cámara. Se escribía así y
se pronunciaba Ignacio Pablo. Adiós, Ignacio Pablo: a ti
no te digo nada. Se lo diré para ti a tu Virgen de la
Esperanza esta noche, cuando tus amigos te recordemos en
la Basílica de tu cirio verde cerca del palio, pues tú
siempre andabas en la cercanía de la Belleza y de la
Gracia.