El Ayuntamiento de los 20 Concejales, 20
(y Una Torre Pelli) quiere cerrar la Estación de
Autobuses del Prado. Dicen que para ahorrar. Hombre, si
es por ahorrar, mejor que no tiren el dinero como lo
siguen tirando, un poner, en alicatar la Zapata de
Triana o en subvencionar la inserción social de los
transexuales, creyendo los muy ilusos que así los
transexuales van a votar al PP. ¡Enseguía! Dicen que en
2011 el Ayuntamiento sólo ingresó por la estación
137.000 euros, y que en gastos de personal supone 1,5
millones de euros anuales. ¿Pero cuánta gente hay
trabajando en la Estación de Autobuses, Dios mío de mi
alma? Los que allí currelan ¿no son el uno de Damas y el
otro de Los Amarillos? ¿Es que los servicios públicos
tienen que ser rentables? Mejor que cerrar la Estación
de Autobuses, ¿no sería racionalizar sus costos y darle
vida y utilidad?
El edificio es de un valor de época indudable, declarado
BIC. Es una rara muestra de la Vanguardia Imposible de
la arquitectura sevillana: racionalismo y Bauhaus puro.
Coetánea del Cabo Persianas de La Magdalena (1940) de
Rafael Arévalo y Gabriel Lupiáñez, la Estación de
Autobuses, junto con la Universidad Laboral (actual
Olavide) es la gran obra de un inmenso arquitecto
sevillano, de Rodrigo Medina Benjumea (1909-1979), un
moderno de su época, promotor infatigable de que su
propia clase social derribara sus casas del centro y se
fuera a vivir a los pisos del Prado o Los Remedios. Como
esto no es una clase de Historia de la Arquitectura ni
yo soy Rafael Manzano, les diré que sólo por las
pinturas del vestíbulo merece la pena conservar la
Estación de Autobuses. Son de otro moderno de su época,
del pintor Juan Miguel Sánchez (1899-1973), autor
también de la impunemente destrozada decoración
racionalista del Bar Laredo o del exótico paso de palio
de Los Negritos. Los ocho murales juamiguelianos con
motivos de viajes bien merecen mantener la estación con
vida, y no cayéndose, como todo lo que se cierra en
Sevilla: verbigracia el también racionalista Mercado de
la Puerta de la Carne.
En los duales sevillanos, la Estación de Autobuses,
Movimiento Moderno puro, se empieza a construir en 1938,
en plena guerra, cuando se está imponiendo en el frente
la ideología que traerá el escurialismo arquitectónico
del "Ludovicus Moya me fecit". El clasicismo
academicista de las pinturas de Juan Miguel, ya de 1941,
contrasta con el espíritu a lo GATCPAC del proyecto, que
se concluye en 1944. Y como de allí salen los autobuses
de aceite pesado de los pueblos, el Saurer de la Sierra
de Aracena, el Rápido Algeciras o Los Amarillos para
Arcos, y hay tanto cateto, en la Ciudad de los Motes que
le ha puesto "Cabo Persianas" al edificio de La
Magdalena, en una Sevilla donde hay un Hipódromo en
Pineda y un Canódromo en la gallista Huerta del
Lavadero, a la estación la llaman "El Catetódromo".
Ya no sólo no hay catetos en la Estación de Autobuses,
sino ni en los pueblos siquiera. Los catetos están ahora
todos mayormente apalancados en el Ayuntamiento, que lo
tienen copado, con uno de Montellano al frente, que se
está luciendo: ¡qué manera de defraudar a sus
ilusionados votantes! Estos catetos quieren cerrar el
antiguo Catetódromo, y como se cierre se vendrá abajo.
De todas las ideas para su puesta en regadío económico,
rechazo la de los abogados y me quedo con la de los
autobuses de los turistas. Mejor que tener a los
autobuses de los turistas dando por saco en los
alrededores de San Telmo, su sitio es la vieja estación
del Prado, que sería como un centro de acogida de
visitantes a Sevilla. ¿Se imaginan los autobuses allí
soltando turistas japoneses camino de la Catedral como
antes Los Amarillos soltaban catetos camino del médico?
Nada, nada, los catetos municipales deben convertir el
viejo Catetódromo en Turistódromo.