A
poco de buen oído que tengan, habrán observado que a La
Avenida por antonomasia, a La Avenida de toda la vida, ya no
se le nombra sólo por su nombre a secas, La Avenida, sino
que se añade su apellido: "Avenida de la Constitución".
¿Porque somos más constitucioanales que los Padres de la
Patria que la redactaron? ¿O porque en Sevilla hay ya muchas
otras avenidas, y hay que distinguirla? La respuesta a la
primera pregunta, no la sé; y a la segunda, ¿qué quieres que
te diga? No, no hay otras avenidas importantes que en el
callejero popular de la forma de nombrarlas compitan con la
de siempre. A La Palmera no se le dice "Avenida de la
Palmera", sólo La Palmera. En todo caso, a la carretera de
Alcalá sí se la conoce por el mote que le pusieron: "Avenida
de Andalucía". Ah, sí, y también ha calado el bautizo
andalucista de la prolongación de República Argentina. Es
curioso: la Avenida de la República Argentina, en el habla
de Los Remedios, es "República Argentina" a secas; en
cambio, su prolongación es "Avenida de Blas Infante". Y
ahora que lo pienso, hay otra que también nombran avenida:
la Avenida de la Paz. Quizá la llamen así por no citar las
barriadas de por allí, donde nadie se atreve a entrar y
parece que sólo con nombrarlas te van a atracar.
No creo que haya en el callejero sevillano una vía que
refleje mejor los bandazos de la Historia y los vaivenes del
tiempo que la que los sevillanos que nacimos y vivimos por
allí seguimos llamando "La Avenida" a secas. El capellán
real y canónigo don Federico María Pérez Sánchez-Estudillo,
vulgo Padre Estudillo, que vivía en esa especie de
pabellones militares por lo religioso que son los pisos del
Cabildo en el Colegio de San Miguel, cuando a la Avenida le
cambiaron el nombre al advenimiento de la Monarquía de Don
Juan Carlos I ponía así su dirección en las tarjetas de
visita: "Avenida de Queipo de Llano (ahora Constitución),
38". Mi padre el alfayate, que abrió su taller de sastrería
en el número 26 de La Avenida en 1930 frente a la Puerta de
la Asunción y lo trasladó en 1950 al número 32, donde estaba
el Bar Xauen, frente a la Puerta de San Miguel, conservaba
en su tienda los sellos de caucho del establecimiento que
habían ido quedando inservibles con los cambios de
nomenclator. En los sucesivos tampones de tinta morada
ponía: Avenida del Gran Capitán, Avenida de la Libertad,
Avenida de Queipo de Llano. En sus últimos años encargó el
que decía "Avenida de la Constitución".
La partición de la Avenida en dos a efectos de homenaje
callejero tras la guerra es algo muy sevillano: quedar a la
vez bien con dos personas por el mismo gasto. La que en
vísperas de la Exposición del 29 se ensanchó a modo de Gran
Vía madrileña y rotulada como Avenida del Gran Capitán,
renombrada luego por la República como Avenida de la
Libertad, incluía dos calles históricas: Génova, de la Plaza
de San Francisco a la Punta del Diamante, y Gradas, de la
Punta del Diamante a la Puerta Jerez. Los nacionales
resucitaron esa partición, desterrando la Libertad y
quitando del callejero al Gran Capitán para poner a sus
propios grandes capitanes: llamaron Avenida de José Antonio
a la antigua Génova y Avenida de Queipo de Llano a Gradas.
Pero los sevillanos siguieron llamando La Avenida a toda
ella, para no hacerse líos entre el fundador de Falange y
Queipo. Hasta ahora, que a La Avenida se la cita ya por su
nombre y apellido: Avenida de la Constitución. Pero los que
tenemos confianza con ella y la conocemos desde chicos la
seguimos llamando por su solo nombre de pila: La Avenida.
Ella no se enfada. Con lo que se enfada es con los
veladores, los ciclistas, los patinadores, el tranvía, los
hombres-estatua, los cartelones de Tussam, los manteros
sudacas, los cagajones de los coches de caballos y con el
mote falso de "peatonal" que le han puesto. Como dice
acertadamente Carlos Colón, no la han peatonalizado, sino "desautomovilizado".
Que no es lo mismo.
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