ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Tu Pura Concepción

   Al documentarme para el artículo sobre el "Todo el mundo en general" de ayer, me topé por casualidad con otro clásico de la religiosidad popular sevillana en torno a la Purísima. También unos versos. No los cuatro de una redondilla, como las coplas de Miguel Cid, sino los diez de una décima. Décima clásica, perfecta, que media Sevilla aprendió en el colegio, y con la que el cura Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp nos sorprendiò en la sentida misa funeral que ofició por la suegra de Manuel Román en las Salesianas de Nervión. En la comunión, el conjunto de cámara que había tocado durante la misa interpretó el viejo repeluco de la marcha "Ione" de Petrella, tan Semana Santa antigua. Y al final, impartida la bendición, ese Cura Ignacio con el que da gusto morirse, de las homilías tan sentidas que dedica a los difuntos en sus funerales, nos invitó a una oración a la Virgen. Yo me creía que iba a ser el "Salve Regina" en latín, latín de la Bética que en la romanidad católica de Sevilla sabemos cantar como en ningún sitio. Pero no. El Cura Ignacio se abrió de capa y nos devolvió a la infancia cuando empezó a recitar:
"Bendita sea tu Pureza/ y eternamente lo sea,/ pues todo un Dios se recrea/en tan graciosa belleza./A ti, Celestial Princesa,/Virgen sagrada María,/yo te ofrezco en este día/ alma, vida y corazón./¡Mírame con compasión!/¡No me dejes, Madre mía!"
Y la mayor parte de los presentes, como en un "amén" que es una renovación de la proclamación del Dogma de la Inmaculada, añadieron lo que en Sevilla se suele: el estrambote de un verso más. Que no es un verso suelto, sino agarradísimo a la devoción popular a la Pura y Limpia:
--- Por tu Pura Concepción...
¡Qué cosa más de aquí este añadido al "Bendita Sea Tu Pureza"! En la aritmética loca de Sevilla que multiplica por dos al fundador de la ciudad en Los Hércules de la Alameda, y donde los seises son diez, las décimas concepcionistas tienen once versos. ¡Pues naturalmente! Son las supremas hispalenses negaciones de la lógica. Un ejemplo de mi barrio, verán. Todas las plazas de toros del mundo tienen arena en el piso, ¿no? La de Sevilla debería tenerla con más razón, pues es la Plaza del Arenal. Bueno, pues la Plaza del Arenal no tiene arena, sino albero. ¡Naturalmente! Como las décimas a la Inmaculada tienen once versos. Es como si Sevilla hubiera comprado esa décima en la freiduría de la tradición y le hubiera dicho a quien se la escribía en el papelón de estraza:
-- Ponme la décima bien despachaíta, hijo mío.
-- Aquí la tienes, bien despachaíta: de once versos. Te voy añadir el "Por tu Pura Concepción".
¿A quién se lo añadió Sevilla? Pues a un fraile franciscano del que nadie habla. Esta décima, como sus homólogas y coetáneas Coplas de Miguel Cid, tiene autor y fecha. La fecha es 1640. El autor, el franciscano descalzo Fray Antonio Panes, nacido en Granada en 1621 y muerto en Torrent (Valencia), en 1676. Panes fue un fraile de extraordinaria cultura y virtud, autor de dos obras místicas, una en prosa, "Escala espiritual", y otra en verso, en octavas reales, "Estímulo de Amor Divino". En 1640, estando en el convento de Priego de Córdoba, compuso y colocó al pie de la imagen de la Inmaculada la célebre décima: «Bendita sea tu Pureza». Que al cabo del tiempo los sevillanos comprobaron que no estaba rematada. Ya saben la definición estética de Rafael el Gallo: "Perfecto es lo que está bien arrematao". Y Sevilla, en la aritmética que se vuelve loca con la Purísima y hace que los seises sean diez, arremató lo que se le olvidó poner a Fray Antonio Panes, y como con una media verónica a lo divino, inventó la décima de once versos:
"¡Mírame con compasión!
¡No me dejes, Madre mía,"
por tu Pura Concepción!"

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