Usted seguramente sabe de coches siete mil millones de veces más que yo, que cada día sé menos. Y más desde que se me murió mi asesor automovilístico personal, Manolo Arcos el de la Ford. Echo por delante esta excusa para salvar los muchísimos patulajes que en automovilística materia puede haber en este artículo, que trata sobre la herramienta más útil de nuestro tiempo. A la que por cierto le sigue teniendo declarada la guerra el Ayuntamiento, como en tiempos de Monteseirín. Otra cosa más, como el culto devocional a la bicicleta, que estos señores que nos gobiernan, con su lamentable complejazo de derecha, no se han atrevido a cambiar lo más mínimo y parece que siguen los sociatas y los mariscadores.
Como no entiendo ni papa de coches, los divido en dos grandes grupos: los que parecen los autos fantásticos que se compran los futbolistas del Betis y del Sevilla, y los que usamos el resto de los mortales. ¿Ustedes han visto los coches de los futbolistas? La otra mañana, supongo que tras un enterramiento, vi salir del campo del Betis a Rubén Castro, por el portalón del aparcamiento subterráneo. Bueno, no lo vi, no lo pude ver. Me dijeron que era Rubén Castro quien iba dentro de aquella ultraligera maravilla de coche con los cristales tintados todos, incluido el parabrisas, que es el primer parabrisas con vidrios ahumados que he visto. A mí, la verdad, más que el coche de Rubén Castro me pareció el de James Bond. Porque cuando cogió Palmera adelante, ¡cómo tajelaba! Más que por la banda. (Pepe Mel: le tienes que decir a tus futbolistas que corran en el campo como si fueran en sus cochazos fantásticos, desmintiendo aquel "no corro, mister, porque correr es de cobardes" que le dijo Rogelio a Iriondo en un entrenamiento.)
A lo que iba. Hay cochazos que parece que sólo son para que se los compren los futbolistas... que no piensan en el día de mañana y se gastan alegremente 30 o 50 millones de pesetas en un auto que se devalúa desde el mismo momento que lo sacan del concesionario. Y hace pocos meses, por el Hotel Colón, por Las Delicias, por el Alfonso XIII, Sevilla se llenó de estos coches fantásticos. ¿Qué ocurría? Pues que la casa Audi había escogido a Sevilla para presentar un nuevo modelo tipo James Bond: el Audi R-8. Fui aquellos días al aeropuerto y vi que hasta vuelos chárteres llegaban desde Alemania y desde Inglaterra con periodistas del motor o vendedores de coches de medio mundo, para probar en Sevilla el nuevo Audi R-8. Hoteles llenos, restaurantes, tiendas vendiendo regalos de recuerdo... La verdad es que la presentación de coches es un negocio al que Sevilla no le echa la debida cuenta. ¿Cuánto dinero gasta una casa de coches que se trae a Sevilla a miles de personas para ver el nuevo modelo que presentan, un poner, en la Casa de Pilatos?
Ahora leo en las gacetas catalanas (que no en las sevillanas, donde no se ha valorado este fenómeno interesantísimo) que la casa checa Skoda, del grupo Volkswagen, desde el 23 de enero al 2 de febrero está trayendo a Sevilla a 4.500 personas de más de cien países, para presentarles un nuevo coche, la tercera generación del Octavia, su modelo más vendido. Son participantes en la Conferencia Mundial de Concesionarios de Skoda, que conocen el nuevo modelo y lo prueban desde Fibes y desde la Hacienda San Miguel de Montelirio. En temporada baja de turismo, traer a Sevilla a 4.500 personas es un importante balón de oxígeno. ¿Cuánto se gastarán en Sevilla la casa Skoda y sus invitados en estos diez días de presentación de su nuevo modelo? Le damos mucha importancia al turismo de congresos, pero lo que me parece que va sobre ruedas es más bien esto del prestigio que tiene Sevilla en la industria del motor como escaparate único en el mundo para presentar nuevos coches. Hijo, Zoido, no les tengáis tanta manía a los coches y no los persigáis como los anteriores, que estamos tiesos y nos están dando de comer...