ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Esquelas de negocios

Vaya por delante que el título de este artículo no contiene errata alguna. Ni indicios. No he querido poner "Escuelas de Nogocios", sino lo que he escrito: "Esquelas". Obituarios, vamos, papeletas de defunción. Exactamente lo que dice el Diccionario: "Aviso de la muerte de una persona que se publica en los periódicos con recuadro de luto. Suele indicar la fecha y el lugar del entierro, funeral, etc." De modo que den con un luto tipográfico de 18 puntos Didot la palabra que enmarca a estos artículos y sabrán a lo que me refiero. En la presente crisis, estamos enterrando a los negocios sin ningún miramiento ni consideración. "Lo enterraron como a un perro", suele decirse de la persona a la que le hicieron un sepelio absolutamente chuchiperri. Perros hay que tienen mejores entierros que muchas personas. Cuando se dice que "lo enterraron como un perro" conviene matizar que como a uno que no fuera de la Duquesa de Alba, porque en Liria tienen los perros de la Casa un Panteón de Canes Ilustres que ya lo quisieran para sí muchos humanos a los que les caducó la fecha del enterramiento y sus restos son arrojados al osario común.

Estamos enterrando como a perros a empresas más que históricas, que marcaron una época en la economía patria, y cuya evocación es ahora como ese verso del Himno de Infantería que tanto me gusta citar y que es el recuerdo perenne en esta hora de ruinas y barquinazos, de degeneraciones morales y depravaciones sociales, puesto en un endecasílabo perfecto: "El esplendor de gloria de otros días". Se habla de "viveros de empresas", pero aquí más bien se deberían estilar los cementerios de empresas, los camposantos, los tanatorios. Cuando a una empresa le hacen un ERE, presenta suspensión de pagos y llega el administrador judicial es como si el tío de la funeraria entrara por las puertas. A algunas empresas les hacen entierros de tres capas, pero a la mayoría de ellas las entierran como a un perro. Más que Viveros de Empresas habría que instituir Tanatorios de Empresas, para poder ir a cumplir con los apenados miembros de sus consejos de administración y darles el pésame:

-- ¿Cuándo es el entierro?

-- Tenemos que hablar con el administrador judicial, a ver a qué hora lo podemos poner.

-- ¿La incineraréis, no?

-- Sí, por descontado, ¿será por quemar? Hay que seguir la costumbre. ¡Pues anda que no hemos quemado aquí millones y millones con las últimas ampliaciones de capital! Y al final, todo para nada. Mira tú la pobrecita mía de la empresa, con lo fuerte y lo sana que parecía en los balances de hace diez años...

-- Es que no somos nadie, señor consejero delegado...

-- ¡Ay, qué pena de negocio, llevárselo la crisis en la flor de la juventud!

-- La crisis siempre se lleva a los mejores...

No hay derecho a que estemos enterrando como a perros a empresas que han sido parte de la Historia de España. ¿Se acuerdan ustedes de lo que era Galerías Preciados, que no había pueblo de España donde no llegara su catálogo de ventas por correo, copia del americano de Macy’s? Bueno, pues se murió la pobre de Galerías Preciados y los Cisneros que hicieron el negocio del siglo con ella y con sus amiguetes del PSOE que se la dieron por tres perras gordas no fueron ni para ponerle en el ABC una esquela mortuoria, aunque fuera del modelo 2. En esta España de Larra donde tanto gusta un entierro, un funeral, un pésame, un luto, una necrológica, un obituario, unas coplas de Jorge Manrique y un Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, más que la moda de las escuelas de negocios hay que imponer la elegancia social de las esquelas de negocios que pegaron el barquinazo y que en paz descansan: "El duelo recibe y despide en el Juzgado de lo Mercantil número 2".

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