Como cerraron y derribaron absurdamente el Equipo Quirúrgico del Prado, cuyo solar ahí está, muerto de risa, sin que la Junta construya nada de lo prometido, el Ayuntamiento está sin médico de cabecera. Si lo tuviera, le hubiera diagnosticado alopecia, y le hubiera mandado unas capsulitas de Propecia. Digo todo esto porque en el Ayuntamiento ha sufrido una lamentable pérdida de Cabello, don Demetrio. Quien era, por no decirlo con los motes al uso de la Movilidad de la Sostenibilidad y demás tonterías, el concejal delegado de Policía Municipal y Tráfico. Don Demetrio es policía de los otros, policía nacional. Si no lo saben, se lo digo yo: la Policía Nacional se lleva con la Local, ¿cómo les explicaría? Ustedes saben cómo se llevan los sevillistas y los béticos, ¿no? Bueno, pues peor. La decisión de Zoido de colocar al frente a la Policía Local a un policía de la Nacional, a un gran policía, al comisario don Demetrio Cabello, fue signo de querer meter las cosas en cintura en un cuerpo dicen que bastante sindicalizado y a menudo levantisco, acuérdense de los guardias con el carnavalito de las mascarillas de protesta.

No crean que Demetrio Cabello llegó al Ayuntamiento desde la oficina del DNI en la Comisaría de Tablada. Llegó desde la jefatura de la Brigada de Información, la que tiene en su haber la desarticulación del Comando Andalucía de la ETA y otros grandes servicios a la causa de la libertad. Llegó al Ayuntamiento lleno de ilusiones, pero sin renunciar a seguir siendo como siempre y actuando como siempre lo hizo, en conciencia y rectitud. De ahí que con Demetrio Cabello llegara al Ayuntamiento una dosis importante de sentido común, de realismo y de profesionalidad, como saben los informadores municipales que asistían a sus celebradas ruedas de prensa. Pongo dos ejemplos. Demetrio Cabello fue el Delegado de Tráfico que llevó a la práctica la derogación del malhadado Plan Centro. Y el que, aplicando el sentido común, devolvió el sentido común del doble sentido de circulación, para allá y para acá, a la calle Luis Montoto. Y el que estaba acabando con ese mal endémico de Sevilla que es el aparcamiento en doble fila...no para entrar a comprar una medicina de urgencia en la botica, sino para quedarse en el bar de tapeo con los amiguetes.

Pero Demetrio Cabello, ay, era Concejal del Dedo. Como Rosamar Prieto con Monteseirín. Ese don que condecía la ley a los alcaldes de las grandes ciudades: poner a dedo, sin pasar por las urnas, hasta a tres concejales no electos, expertos en las cuestiones de sus delegaciones. Ley que, como tantas cosas juiciosas, se han cargado los catalanes con un recurso que cuando Aznar interpusieron ante el Constitucional contra el PP, que ahora es tan lelo que se da patadas en el culo para aplicar la supresión de los concejales no electos. ¿Son acaso de verdad electos el resto de los concejales? ¿Sabe la gente a quién vota? No, a los restantes 20 concejales, 20 tampoco los hemos elegido particularmente a ellos. Hemos elegido a los que el PP puso en la lista, que no es lo mismo. Tú pones a La Pantojita como tercera en la lista del PP y sale, ¡vamos que si sale!

Y en esta España donde don Arturo Más coloca como papel higiénico en su cuarto de baño oficial las sentencias del Constitucional, a Zoido le ha faltado tiempo para aplicar la de los concejales no electos y quitar a Cabello. Ya no se les va a caer el pelo a los municipales con Cabello. Por la caída de Cabello, a los asuntos de Tráfico y de Seguridad les han hecho un trasplante en el Centro Capilar Mariano García. Un trasplante Bueno, bastante buenecito, con mayúscula. A ver si Bueno es por lo menos igual o mejor que Cabello. Quien, ya jubilado como profesional de la Policía Nacional, ha dicho la máxima frase de la dignidad del sevillano: "Ea, señores, pues vayan ustedes mucho con Dios, que ya estoy yo en mi casa".