ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Lina en el Museo

Si yo hubiera puesto en el título de este artículo que la que está en el Museo es Marcelina Fernández, usted se hubiera preguntado, en el eterno diálogo silencioso del lector con la letra impresa:

-- ¿Y quién demonios es Marcelina Fernández, y qué méritos tiene Marcelina Fernández para estar en el Museo?

Le sacaré de sus dudas, querido y leal lector, que usted sí que NO8DO desde hace muchos años. La Marcelina Fernández que está en el Museo es Lina la de los trajes de flamenca. En el Museo de Artes y Costumbres Populares del Pabellón Mudéjar de la Plaza de América, al que la Junta le ha puesto unas siglas que parecen de una compañía aseguradora o de una iguala médica, MACPSE:

-- ¿Tú tienes MACPSE?

-- No, yo tengo Sanitas.

-- Es que no estaba yo muy seguro de si tenías MACPSE, Mapfre o "me lo dijo Adeslas", como canta El Yuyu.

Allí, en el Museo de Artes y Costumbres Populares, junto a la etnografía del campo andaluz y de la casa sevillana, Lina ha reunido sus obras completas: los trajes de flamenca desde que empezó. ¿Cuándo empezó? Pues no lo diré en el tiempo, sino en el espacio, ahora que los que viven del cuento municipal han puesto de moda (con cuatro trapos locos de mucho menos mérito que Lina) lo de "Espacio" Santa Clara. Lina está haciendo trajes de gitana para la Feria y El Rocío y batas de cola para las flamencas desde El Guajiro. Desde que Matilde Coral, El Güito, Los Hermanos Toronjo, los Hermanos Reyes, Merche Esmeralda, Trini España, Manuela Vargas, Chocolate y El Poeta actuaban en El Guajiro, el tablao que montó el desbravador de caballos de tal apodo y que estaba por detrás de la Torre de Los Remedios. Son muchos años los que lleva Lina, que creo yo que heredó el cetro de los trajes de flamenca de aquellas famosas Pardales con sus prendas colgadas en el balcón de su taller de la calle Trajano, frente a la Academia de Realito, que evocaba mi ahijado El Pali en sus coplas.

La exposición de Lina es interesante hasta para los que no sabemos del traje de gitana más que admirarnos con la belleza de muchas de las que lo visten. Es tópico afirmar que el de flamenca es el único traje regional español que tiene moda. En el Pabellón Mudéjar puede verse la evolución de esa moda. Cómo serán de valiosos los trajes que cosió Lina, que sus dueñas los guardaron como lo que son, como piezas de museo. Y ahora allí están, cedidos por las que los conservaron: Pilar Sáenz Sánchez-Dalp, Paqui Jurado, Milagros Mengíbar, la Duquesa de Alba o La Pantoja. Echo en falta los trajes de Rocío Jurado, que los tiene Amador apalancados entre tristes polémicas. Pero da igual. Lo que quiero decir es que en la Exposición Lina se puede ver la evolución del traje de flamenca desde 1960 a hoy, en esto que hasta los ignaros en la materia intuimos: que las chavalas van ahora a la Feria vestidas con unas batas de cola como las que antes sólo se ponían las flamencas para actuar en Los Gallos.

La exposición, además, tiene un alto valor didáctico, en el catálogo con textos de Rosa María Martínez Moreno y Jesús Cuevas García que explican perfectamente el voluntarismo identitario del traje de flamenca como resistencia andaluza ante la dictadura de las modas francesas. En 1808 echamos a los franceses e impusimos los volantes frente a los figurines de París. Y todo esto, hecho a lo largo de los años por la exquisita Lina y por sus dos encantos de hijas, Rocío y Mila Montero. Que más que hijas de Lina y del recordado Francisco Montero parecen, de delicadas, como inglesitas hijas de un lord británico. Así que ya saben: si es por telas, aguja e hilo en los museos, las mejores santas de Zurbarán, sin tanto cuento y dispendio en mariconadas, son los trajes de flamenca de Lina en el Pabellón Mudéjar.

 

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