ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 
ABC, 6 de septiembre de 2013
 
Vendedores de incienso
 

 Bajas a la calle Tetuán por Jovellanos y por la Capillita desde las Cuatro Esquinas de San José, y de pronto te viene un gratísimo olor, tan nuestro que te crees que cuando dobles la esquina te vas a encontrar con el blanco paso de la Virgen de la Paz que va camino de La Campana. Vas por la calle Córdoba y andas a lo mejor contando las zapaterías que hay, doce según el ábaco de mi memoria, y al pasar por la entrada al callejoncito del Patio de los Naranjos del Salvador donde una placa recuerda a Juan Garrido Mesa, te viene el olor, y te crees que es de noche y que en la Plaza del Pan te vas a encontrar con el palio juanmanuelino de la Madre de Dios de la Palma. Sales a la Avenida desde la calle de la Mar, y en la esquina donde un azulejo de Olavide recordaba antes de los derribos del ensanche que todo este cruce es la verdadera Punta del Diamante, y no sólo la esquina con Alemanes, y te vuelve a llegar ese olor que todo lo trasmina, de modo que te crees que, con los carráncanos por delante, va a venir desde el Sagrario el palio portado por seis hermanos de la Sacramental, de chaqué, con el párroco llevando a Su Divina Majestad en la pascual Procesión de Impedidos.

Son los tres enclaves fijos de los vendedores de incienso. Me gustaría no equivocarme si siguiendo sus divinas fragancias nos atrevemos a decir que este oficio del vendedor de incienso sólo existe en Sevilla. He citado a tres: el de la calle Córdoba, el de Tetuán y el de La Punta del Diamante. Pero quizás haya más. ¿Cuál fue de ellos el primero? ¿Quién el pionero al que se le ocurrió venderle incienso a Sevilla, que es como venderle a Puente Genil carne de membrillo? Sea quien fuere, eso sí que es un emprendedor.

¿Se han fijado ustedes en lo que muestran los puestecillos de los vendedores de incienso? Son una maravilla. Es como si sobre sus mesas de campimplaya se hubiera abierto la plata de todas las navetas de todos los monaguillos de todas las delanteras de todos los pasos de todos los días de todas las Semanas Santas, las de ahora y las de la memoria, las que hemos vivido y las que nuestros padres nos contaron, la que un día, ay, verán nuestros nietos, y en las que Sevilla seguirá oliendo igual, a este regio y divino aroma del incienso. Los ponen sus vendedores asomando por taleguitas y paquetes, con letreros que son como el Gotha de su linaje cofradiero: incienso del Cristo de Burgos, incienso del Silencio... Seguro que hay quien distingue esta sevillanísima alquimia de olores. Que arde en pebeteros de barro que casi todos son miniaturas de las chimeneas de la antigua fábrica de loza de La Cartuja. ¿No hablan del Legado del 92? Uno de los más sevillanos legados del 92 son los cartujanos pebeteros del barro en el que arde el incienso cuando lo venden estos tres pregoneros de la Semana Santa. Sí. Dije una vez que siempre es Domingo de Ramos en el bronce de la palma de la Giralda en la torre mayor. Añado que siempre es también Domingo de Ramos en los puestecillos de los vendedores de incienso. ¿Vendedores de incienso o vendedores de nostalgias de la Semana Santa que se fue, vendedores de impaciencias de la Semana Santa que viene, en la que siempre ya falta menos para que la primera esté en La Campana, vendedores de vísperas, del camino que es siempre mejor que la posada?

Los Reyes Magos, como eran del Ateneo de Sevilla, cuando fueron a adorar al Niño Jesús al portal de Belén le llevaron también mirra y oro. Es que no querían llevarle sólo incienso, que era lo que de verdad deseaban, para que el Niño se fuera haciendo al olor con el que haría su entrada en Sevilla bajando por el Jesusalén de la rampa del Salvador y expiraría al dejar Triana y atravesar el puente. No se lo digan a nadie, pero estos tres vendedores de incienso están plantados todo el año en sus puestos esperando que vengan los Magos de Oriente a comprarles el regalo de Reyes para el Niño Jesús cuando se haga Hombre y salga por Sevilla. Mientras tanto, inciensan a la ciudad como a una deidad romana, porque más que incienso venden gloria pura, venden sueños, venden nostalgias, venden vísperas.

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