Las mamarrachadas en los espacios públicos no van para Carmona, siguen aquí. Y aumentan. Están montando más carpas en la Puerta Jerez, para una exposición de coches antiguos. No citamos el otro día al Prado de San Sebastián, pero también tiene la negra de ser "escenario de eventos", como dirían estos cúrsiles que le siguen llamando "Espacio Santa Clara" al Convento de Santa Clara de toda la vida de Dios, al que estaba consagrado como Real Monasterio, antes que fuera desamortizado por los nuevos mendizábales mitrados que había dentro del propio Palacio Arzobispal, que estaban deseandito largarle al Ayuntamiento el mochuelo conventual...y se lo largaron.

Como la Puerta Jerez, como la Plaza Nueva, como la Plaza de San Francisco, El Prado tiene también la negra en lo que se refiere a la instalación de mamarrachadas, como si la Calle del Infierno de la Feria hubiera vuelto al Prado. Sevilla, que era la ciudad de la refinada Arquitectura Efímera, es ahora la soez capital de las Mamarrachadas Efímeras. Los vecinos del Prado están temblando porque está al caer la Feria de las Naciones, con los montaditos de cebra y los pinchitos de canguro y los indios tabajaras vendiendo gorros andinos de punto; más tarde, la pista de hielo para que los catetos del Aljarafe vengan a pegarse el pellejazo; luego, la Feria Medieval; o la Feria de la Cerveza que organiza uno de San Jerónimo. Y así, todo el año el Jardín del Prado ocupado y sin que los vecinos lo puedan usar ni los niños jugar, como tampoco jugar en la Plaza Nueva de Miss Aurori.

Hay, empero, un espacio público que se libra de que le pongan carpas carpetovetónicas y compromisos con los presidentes de las autonomías amigas: la Plaza del Salvador. Pero, hijo, viendo cómo está aquello de degradado por la botellona nocturna y la bulla diurna, no sé si sería preferible que lo llenaran de carpas para evitar el lamentable espectáculo que un vecino me describe:

"Sevilla se está achabacanando a pasos agigantados. Se está convirtiendo en una ciudad imposible. Llegará el día que al centro se vendrá en Semana Santa y punto. Lo demás para los turistas, generalmente de medio pelo, y para el cateterío, el marujerío, el niñaterío y el canerío (de cani) imperante. En la Plaza del Salvador la ley de veladores se la pasan por el forro las bodeguitas, expidiendo bebidas a troche y moche. ¡Ay, las mañanitas de La Alicantina, con gente educada, tomando su vermú tras la misa de 12 ! Ahora el cafrerío es inaudito. Es la meca de las despedidas de soltero (y solteras) esta maravillosa plaza, donde acuden todos los horteras de España, disfrazados de mamarracho y oro, en juergas erótico-festivas degradantes... Hasta con charangas. El sábado irrumpió a las 12 de la mañana una charanga con ¡"Paquito el Chocolatero"! Así más de dos horas. ¡A tó meté! ¿Cuántas veces no canta la canalla entre iglesias barrocas y revuelos de palomas "¡Alcohool, alcohool, alcohooolll, hemos venido a emborracharnos!" Pues iros a emborracharos con vuestras castas todas y no aquí, pero no profanéis la ciudad. A emborracharse, y a orinar, y a vomitar, a otro sitio, a la zahúrda ¿Para qué vienen aquí, si ni ven las torres, ni oyen las campanas, ni sienten la historia, ni palpan la delicadeza cuajada a lo largo de los siglos en esas piedras antiguas? ¡Ay, el refinamiento, el arte, cuidado con esmero por los sevillanos del pasado, empercochado, pisoteado, vulgarizado hasta el hartazgo! Y lo de las bodas en El Salvador con todo tipo de efectos especiales merece mención aparte. ¡Hasta con tracas! Pues nada, nada, a seguir cuidando así nuestra imagen y nuestra cultura: mucho velador, mucha paella, mucha sangría, mucha camiseta de la siesta, muchas carpas de plástico y muchíiisimo ruido por doquier, que al final tendremos lo que nos merecemos: La Sevilla de Paquito el Chocolatero."

O sea, que, al contrario de cuando la sociedad civil restauró la iglesia tras el "a mí la Legión" de Moeckel, a la Plaza del Salvador no hay ya quien la salve.