-- ¿Es que son poetas todos los trianeros de guardia?

Pues casi. Porque hay trianeros de guardia que son poetas... en prosa. Como Ángel Vela Nieto, una de las personas que más saben del Arrabal, del que es guarda, velador y valedor de sus tradiciones y de sus personajes, así como cronista sentimental del "Cinema Paradiso" que había en los cartuchitos de pipas del Cine Rocío o del Cine Alfarería.

Y, lo que son las cosas de Sevilla, nuestros eternos duales, una realidad de la Macarena me la hace ver uno de Triana. En este punto permítanme un inciso sobre el Epistolario Bético (así se llamaba el libro de José Andrés Vázquez) del padre don Ángel Martín Sarmiento ayer en las Cartas al Director de ABC, respondiendo a la pregunta que le había hecho en el artículo "Brotes verdes" sobre si Dios es bético. Hacía Don Ángel sobre el Betis una reflexión filosófica que podemos aplicar a la propia Sevilla: "Lo es todo a la vez: es él mismo y su contrario. Es tan previsible como imprevisible". Apliquen a la frase la ley de la Igualdad de Género, gramatical en este caso, y les sale no el Betis, sino la dual Sevilla, que es ella misma y su contrario.

Por estos contrarios, Ángel Vela Nieto me hace ver desde Triana que es tanta la fuerza de la Macarena, de la basílica, de la hermandad, de la Virgen, de los armaos, de los cirios verdes, de las mariquillas y de la devoción a la Esperanza, que ha borrado no sólo el nombre, sino hasta los recuerdos del barrio donde verdaderamente vive la Madre de Dios, que es San Gil. "En San Gil la Macarena" ya sólo está en las coplas. "Aquella que está en San Gil", que recordaba "El emigrante" de Juanito Valderrama. La fuerza macarena, como un avance irresistible de su Centuria Romana, ha hecho que cuanto era el barrio extramuros, del Arco hacia fuera, la Macarena, la zona de las huertas y del Hospital, haya pasado a denominar a toda la parte intramuros, borrando a San Gil. La Macarena no era de puertas adentro: de puertas adentro era el barrio de San Gil; la Macarena era de puertas afuera, el ejido de la ciudad extramuros, idea de lejanía que recoge la vieja copla: "La Macarena y todo/lo traigo andado,/cara como la tuya/no la he encontrado".

¿Usted ha oído a alguien hablar ahora del barrio de San Gil, como no sea a una niña cantando por Juanita Reina en "Se llama copla"? ¿A que no? Son los barrios que perdimos. La Sevilla intramuros tenía sus barrios, que coincidían casi siempre con las parroquias, y que apenas se nombran ya. Ya todo es "el centro", sea Santa Catalina, sea San Bartolomé o sea San Vicente. Algunos de estos barrios intramuros fueron derribados completamente, como San Julián, arrasado en una de las más bárbaras operaciones urbanísticas del franquismo. La cofradía de La Hiniesta era "la de San Julian". Ahora es al revés: San Julián es de donde sale La Hiniesta. Y quien dice San Julián dice San Marcos o San Román. Salvo el de Santa Cruz, y porque lo folklorizó y adulteró para el turismo el Marqués de Vega Inclán en vísperas de la Exposición de 1929, en la Sevilla intramuros hemos perdido los barrios tradicionales. ¿Quién habla de la Magdalena como no sea para referirse al Cortinglés?

Lo de la Macarena con San Gil es curioso además porque es el único caso en que una puerta nombra lo que queda dentro de ella, no lo de fuera. No le decimos "Jerez" a lo que quedaba dentro de la Puerra Jerez, por ejemplo a la Casa de la Moneda. Ni llamamos "Arenal" a lo que quedaba dentro de la Puertalarená, por ejemplo a la calle Harinas. Llamamos "Puerta de Triana" a cuanto va desde la esquina de Gravina y Zaragoza al puente, no al interior de la calle San Pablo. Son los barrios que perdimos. De los que sólo se han salvado Santa Cruz, por el turismo, y la Macarena, ¿por qué va a ser? Por la mismísima Madre de Dios...