ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC,  13 de mayo de 2014                 
                                
 
Se fue mi mexicano
 
Era ya el jueves de Feria, y me dije: "De hoy no pasa". Hombre, es que ya estaba bueno lo bueno... No había caseta donde alguien, tras cruzar, nada, tres frases, te soltara en la cara, roneando mucho y dándose mucha importancia:

-- Te dejo porque tengo aquí unos mexicanos y voy a atenderlos que los tengo en Pineda...

Llegué a la concusión de que media Sevilla tenía aquí en Feria a unos mexicanos. ¿Saben ustedes para qué? Pues para poder presumir ante la otra media de que tenía aquí a unos mexicanos. Se sabe que los sevillanos somos hospitalarios. Más de la cuenta. Pero con esta moda de los mexicanos se le ha ido la mano a todo el mundo. ¿Tan bien tratan los mexicanos a la gente de Sevilla cuando van allí, para que luego tengan que corresponder de esta forma? ¿Es verdad lo que te cuentan o es para ponerte los dientes largos y presumir de viajes de mangazo a amigos millonetis? Porque, eso sí, todo mexicano que aterriza por Sevilla en Feria se convierte inmediatamente en el más rico de México. Que no veas cómo trata a los de aquí cuando van allí, según cuentan:

-- Mira, queríamos ir a Taxco a comprar cosas de plata y nos puso a nuestra disposición su avión privado, con tres azafatas y no veas qué cáterin.

Cáterin Hepburn tendría que ser, porque yo creo que en Taxco no hay aeropuerto. Donde sí lo hay es en Acapulco. Donde todos los sevillanos que dan el mangazo novohispano van a pasar unos días de playa de ensueño a bordo del avión privado del mexicano. Que tiene allí un casoplón con cuarenta habitaciones y cuatrocientos cuartos de baño. Y la playa, privada, naturalmente. Un helicóptero los lleva desde el casoplón a la playa. Y todo así. De burritos, fajitas, guacamoles y quesadillas, nada. Los que tienen a un mexicano aquí porque ellos pegaron antes en la Nueva España el gran mangazo allí no salieron del lujerío.

Ante lo cual, muerto de envidia, que todo hay que decirlo, cogí y llamé al cónsul de México:

-- Hombre, señor cónsul, ¿usted no me puede mandar un mexicano que ande por aquí deshermanado para atenderlo, que no quiero ser menos que nadie y quiero también tener aquí a un mexicano como todo el mundo?

Y me lo mandó: Humberto Horacio López Morales. Un mexicano completamente tieso, que yo no sé ni cómo tuvo pesos para el billete. Mientras que los mexicanos de los demás llagaron todos en "jet" privado, el mío vino por Ryanair. Y de Alfonso XIII, nada. Paraba en una pensión de la calle Bailén, de las que ahora llaman "hostal". Muy limpia, eso sí: le cambiaban las sábanas cada tres días.

-- Usted entonces no tenía aquí a un mexicano: usted tenía un pelado.

Como los de las películas de Cantinflas. Que aquí les decimos pelusos. Eso. Ya sé: mexicanos son los que tienen aquí los del Aero y Pineda; y pelados, los que tenemos los demás. Pero no vea usted cómo lo atendí de bien: antes de irnos a la Feria me lo llevaba cada día al MacDonald de La Campana y le daba allí gloria bendita. Las Chicken Burger BBQ se las comía enchampeladas. Luego me lo llevaba a la caseta del Distrito Sur y se puso de Cruzcampo fresquita hasta la mismísima corcha. Y a los toros: ese pedazo de entrada de sol del tendido 12 y ese sombrero del chino de la calle García de Vinuesa. Y lo mejor fue cuando, para corresponder, el mexicano dio la tradicional fiesta en su barco para ver desde allí los fuegos. Como está tieso no lo tenía en el rìo, sino en la ría: en la ría de la Plazaspaña. Alquiló tres barcas, compró en Mercadona cinco paquetes grandes de papas fritas y diez botellones de La Estrella del Sur y no veas qué fiestón. Lástima que Serrano no quisiera ir a hacernos fotos, porque al verlas, la gente hubiera dicho: "¡Un mojón pá Salinas y el "Azteca"!". Pero, ay, ya se ha ido, con su billete "low cost" de vuelta al D.F. Qué pena. Menos mal que para quitarme el mono de mexicano tieso me queda El Charro de Triana que canta rancheras divinamente frente a La Punta del Diamante y pide la voluntad.

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