Y cuando decretan la muerte de unos árboles, nadie levanta la voz. Como cuando Monteseirín asesinó los de la Avenida para su malhadado tranvía y puso una mierda de naranjos gordos y retotollúos. Aquí no hay una Tita Cervera que se encadene a los árboles. Y nadie ha pedido el indulto de esos árboles de Almirante Lobo, donde van a hacer una llamada "reordenación" que será para que Zoido y sus 20 concejales, 20, sigan con la política de Monteseirín: meter la máquina de estrechar calles, cortar árboles, peatonalizar, quitar plazas de aparcamiento y dar por saco a los automovilistas, en la constante del PP de cabrear lo más posible a sus votantes creyendo que así se gana al rojerío...que va a votarlos antier por la mañana.

Sevilla debería estar más orgullosa de su patrimonio vegetal, tan importante como el arquitectónico. En Sevilla hay monumentos de piedra y monumentos vegetales. Aparte de árboles monumentales, como los dos laureles de Indias del Banco de España o los ficus de San Pedro, doy otros dos ejemplos: la doble hilera de magnolios en la avenida de Rodríguez Caso, en el Parque, a punto de dar sus blancas y carnosas blancuras; y el techo azul violeta que forman las jacarandas a lo largo de la citada avenida de María Luisa cuando vamos hacia la Feria.

El sevillano no lo valora, pero en la ciudad hay un almanaque floral. Antes que los naranjos estén en flor y huela a Semana Santa, las flores color capote de los árboles del amor de la Plaza de América anuncian la primera en La Campana. Y no acaba de salir el azahar cuando abre la buganvilla, con sus flores color canónigo en hábito coral, el más sevillano de toda su paleta. En las tapias del Palacio de San Telmo, dando al río, hay unos macizos de buganvillas tan importantes que yo creo que son nietas de la poética dalia que cuidaba Sevilla en el parque de los Montpensier. Y tras las buganvillas, en el almanaque vegetal vienen las acacias. Humildes, callejeras, olvidadas acacias, chorreando por las aceras sus flores blancas. Sí, los árboles de Sevilla son tan devotos de la Virgen que echan petaladas por su cuenta, como pidiendo que pase la Madre de Dios en una advocación de gloria. En mis paseos medicinales recetados por el doctor Esteban saludo todas las mañanas en la calle Tramontana del Sector Sur a una jacaranda amiga mía que tiene el suelo con una petalada violácea tan hermosa que la ve Antonio Santiago y manda "paso atrás", como en El Porvenir.

Y ahora vendrán los magnolios, en tiempo de seises. Y luego, las tipuanas, pintando amarillos de Van Gogh por los jardines. Y más tarde, los jazmines de los antiguos pregones de los niños de las moñas. Y los nardos de la Virgen... Ay, Sevilla mostrándonos las bellezas de su almanaque vegetal y el alcalde, mientras, haciendo muescas en el revólver de Urbanismo con los árboles que se ha cargado. El que saca más rápido la motosierra al Este del Guadalquivir,...