ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC,  23 de junio de 2014                 
                                
 
Dios en Heliópolis
 
Mañanita de custodias, tarde de seises. Por Triana estaban las santas alfareras recorriendo el barrio delante del Dios por el que dieron la vida. Que fue cuando se adelantaron a Santa Teresa de Jesús, pues ellas sabían mejor que nadie que Dios también anda entre los pucheros. Entre los pucheros, los búcaros, las alcarrazas y las tallas de las alfarerías de Triana. Y por La Magdalena estaba un Corpus señorial de una ciudad perdida, el Corpus de las grandes casas que fueron derribadas, ay, para acabar en República Argentina o en Avenida de Portugal, 18. Yo me creía que este Domingo de Corpus Chico, de Corpus de la Costanilla de San Isidoro, iba de la calle Rodrigo de Triana a la calle Gravina, pero ayer de mañana me encontré a Dios en Heliópolis. Es la grandeza de Sevilla. Vas dando un paseo por la mañana de zureo de tórtolas y tipuanas en flor y de sopetón te encuentras a Dios junto al campo del Betis.

-- No me irá usted a decir que Dios es bético...

No, eso no lo digo yo: eso lo dice el padre don Ángel Martín Sarmiento. Cuya palabra de púlpito tomo, para añadir que si Dios es la Suma Perfección, no va a tener tan mal gusto de profesar otros colores balompédicos que no sean el verde del Betis, el verde de su bendita Madre de la Esperanza. Porque cuando ayer de mañana me encontré con Dios, que por estas fechas se pone sus eucarísticas vestimentas blancas y se echa a la calle a Cuerpo en Sevilla, iba por la esquina del Claret, ya camino de su casa, pero en los dominios de los verdes campos del Edén.

Grandeza de Sevilla. En Madrid están muy satisfechos de lo bien que les ha salido la Proclamación de Su Majestad. ¿Y aquí en Sevilla? Aquí en Sevilla, sin tanto cuento, sin tanta televisión en directo, eso lo hacemos no una vez en la vida de cada generación, sino cada primavera. Cada barrio. Cada Triana. Cada Sagrario con carráncanos. Cada San Lorenzo. Cada San Isidoro. Cada baile de seises. Cada escaparate de uva y trigo en la calle Francos o en la Cerrajería. Cada transubstanciación de la uva en Sangre de Cristo en el escaparate de Casa Morales; que Dios, igual que estaba entre los cacharros teresianos, cuando llega el Corpus también anda entre los vidrios del tinto de Leocadio, de Eduardo y de Reyes en la calle de la Mar que creó. En Sevilla, cuando se va acercando el verano, hacemos cada año la Proclamación de Su Divina Majestad, que a Cuerpo se echa a la calle en la custodia.

Esta Proclamación sevillana de la Majestad no tiene veintiuna salvas. Tiene música nuestra. Dios venía tan sevillano, tan nuestro, sobre un paso de plata, en su Custodia de Heliópolis, que no tenía más remedio que tocarle la música. La música de la banda de mi Viso del Alcor querido. Los metales visueños iban proclamando el dogma sevillano de la presencia de Cristo en el Santísimo, como un baile de seises sin plumas en el sombrero: "Dios está aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor"... Claro que está aquí. Por eso ahora me quito el jipijapa y escucho a la banda de mi pueblo, que sigue cantando con su música. Igual que antes tocó ese "Venid adoradores", himno del Congreso Eucarístico de Madrid de 1911, ahora suena el del Congreso de Barcelona de 1952, "De rodillas, Señor, ante el sagrario". El que escribió Pemán y que como pedía Manuel Machado, es ya copla que el pueblo canta y nadie sabe su autor: "Como estás, mi Señor, en la custodia/ igual que la palmera que alegra el arenal, / queremos que en el centro de la vida,/ reine sobre las cosas tu ardiente caridad".

Como para no estar orgullosos de esta Sevilla de junio y juncia, de seises y romero, que te echas a la calle con el fresquito de la mañana y te encuentras nada menos que con un Vecino llamado Dios. Triana se lo encontró ayer en Triana. Yo me lo encontré en Heliópolis, en estas mañanas de custodias con tardes de seises.

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