ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 22 de septiembre de 2014                 
                                
 
Patrimonios de la Humanidad
 
Vale, aceptamos pulpo como animal de compañía. Y si es pulpo a la gallega, con su pimentón y su aceitito, y sus grelos, del que ponen en el muy bético restaurante Cambados de Heliópolis, o en el bar de tal nombre, detrás de Correos, en la calle Aduana (vulgo Tomás de Ibarra), pues mejor. Y puestos a aceptar, que hoy aquí lo aceptamos todo, pues aceptamos también y suscribimos la iniciativa de que Itálica, lo que los sevillanos hemos llamado toda la vida de Dios "las ruinas de Itálica" o "las ruinas itálicas", sea declarada Patrimonio de la Humanidad. Hasta que no consigan que Sevilla toda sea declarada Patrimonio de la Humanidad no van a parar. ¡Hay que ver lo que les gusta una recogida de firmas a algunos! ¿A usted no lo han parado en la calle Tetuán a pedirle la firma para algo unas niñas que llevan un cartapacio y dicen que son de no sé qué? La gente se harta de firmarles. Son los de:

-- ¿Dónde hay que firmar?

Pues firme usted hoy aquí el articulo conmigo, amigo, a ver si conseguimos algo que se me ha ocurrido, pero que no pienso recoger ni una sola firma. Si se consigue, se consiguió y, si no, a otra cosa. Que digo yo: ¿por qué cuando piden que algo sea declarado como Patrimonio de la Humanidad, tanto material como inmaterial, por la Unesco es algo cuyo mérito está ya más que reconocido universalmente? ¿Qué falta hacía que la Unesco declarara a la Giralda, la Catedral y el Alcázar como Patrimonio de la Humanidad? Eso lo era y lo seguirá siendo antes de la Unesco, con la Unesco y después de la Unesco. En todo caso ha sido al revés: la Unesco se ha aprovechado del renombre universal del mejor cahíz y se ha puesto la medalla declarándolo Patrimonio. Lo que yo propongo es que la Unesco declare Patrimonio de la Humanidad las cosas secretas e íntimas, nuestras, desconocidas, tangibles o intangibles, que son las que verdaderamente nos hacen amar a Sevilla, gozar de Sevilla, estar orgullosos de Sevilla. Así que aquí va mi lista:

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad los coroneles, los pavías, las tortillas de jamón y las espinacas con garbanzos de El Rinconcillo.

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad el baile de los seises.

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad el órgano de la Catedral tocando "Todo el mundo en general" Al término del baile de los seises por la Purísima.

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad la marcha "Soleá, dame la mano".

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad las sillas de Quidiello de la carrera oficial en La Campana.

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad el tinto de Casa Morales.

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad los calentitos de Juana en El Postigo.

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad el recorrido de los armaos el Jueves Santo por la tarde.

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad el mostrador de la Bodega San José en la calle Adriano.

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad la forma de cortar el jamón de Casa Román en Los Venerables.

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad el olor de los nardos del paso de la Virgen de los Reyes.

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad las voces únicas de "ahí queó" o de "los dos costeros a tierra por parejo".

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad los carráncanos de la Sacramental del Sagrario.

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad al primer nazareno que vemos el Domingo de Ramos.

La Unesco debería declarar Patrimonio de la Humanidad el adobo de Blanco Cerrillo.

Porque todo esto creo yo que es un poquito más representativo de la verdadera Sevilla íntima y secreta que las ruinas de Itálica, ¿no les parece? Y si no les parece, pues retiro lo dicho y listo. Ahora, que nos quiten lo gozado evocando esa verdadera Sevilla, patrimonio inmaterial del alma de la ciudad.

 

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