-- G-7.

-- ¡Agua!

-- G-3

-- Tocado uno de cinco...

Hasta ha habido un G-5 del toreo, aunque me parece que ya se ha disuelto, que cada uno ha tirado por su lado. Nombre que por cierto y por lo que respecta a la plaza de toros de Sevilla tenía una falta de ortografía. No era el G con ge, sino con jota. Con jota de jí,jí y con jota de já, já. Porque eso es lo que hicieron los cinco gachós: hartarse de reír y cachondearse de la afición de Sevilla. Pero como aquí somos como somos y como Sevilla es la Ciudad Cobarde y Tragona, verá usted cómo si para la próxima temporada se arreglan con Canorea y vienen a torear, hasta capaces somos de pegarles una gran ovación al romper su primer paseíllo después de la gran jangá. Vamos, que hasta van a tener que salir a saludar al tercio. O si no, al tiempo. Ojalá me equivoque.

Pero hay un G-4 del que nadie ha hablado, que no sólo no le ha hecho ni un feo a Sevilla, sino que es seña de identidad y esencia de la ciudad. Es el G-4 de las tabernas clásicas. Sin desmerecer de Salazar de la calle García de Vinuesa, de la Bodega San José, de Casa Vizcaíno, de Casa Ricardo (antigua de Ovidio), de la Bodeguita de Entrecárceles o de contemporáneos que se van haciendo clásicos, como El Portón, tendríamos que hacer como un cuadro de honor de estos G-4, de estos 4 grandes, 4, de las tabernas clásicas e históricas de Sevilla, muchas de ellas centenarias. A saber, y cito me parece que por orden de antigüedad:

El Rinconcillo.

Casa Morales.

Casa Román.

Las Teresas.

Cada una de ellas merece no unas líneas de elogio en este artículo, sino un libro con su historia, sus orígenes, su solera, sus clientes más famosos, sus anécdotas más divertidas, las fotos más interesantes enmarcadas en sus paredes. ¿Sería demasiado que desde aquí animara a la antropóloga Isabel González Turmo, que ya hizo un memorable censo y catalogación del comercio tradicional sevillano, para que hiciera esos cuatro libros sobre esas tabernas, que serian como los cuatro evangelios del arte de beber según Sevilla? ¿Qué fue de esas tabernas durante la guerra, por ejemplo? ¿Cómo les afectaron los cambios de usos y costumbres que trajo la motorización y el desarrollismo, la nevera llenita en casa y el aumento del nivel de vida de los sevillanos? Yo de chiquillo he ido a Casa Morales a por una cerveza, una sola cerveza, para que se la tomara nuestro padre en el almuerzo. En las casas no había de nada. Ni nevera. Había que ir a por el diario de comer a la tienda de ultramarinos y a la plaza de abastos y a la taberna cercana a por la bebida. Y como en las casas tampoco se podía estar, porque en los corrales no había ni sofás, ni sillones de orejas, sino únicamente mesas de palo y sobrias sillas de enea, pues la taberna era también la salita de estar de los hombres, su lugar de tertulia, de ocio.

¿Y el arte en esas tabernas? ¿Y esos cantaores, esos flamencos, esos pintores, esos poetas? Sólo don Antonio Rodríguez Buzón en El Rincocillo, Martínez de León en Casa Morales o don Joaquín Romero Murube en Las Teresas tienen cada uno de ellos un libro, como lo tiene en Casa Román don Manuel Bermudo de la Rosa, el gran impulsor de la Hermandad de la Amargura y de la Feria. La historia de Plácido y de Leocadio deben ser escritas. Quizá como cuando Curro Orgambides y José María Otero Lacave escribieron en Cádiz las memorias de Pepe el Manteca: "Escrito con tiza"...sobre cuatro mostradores donde está parte de la verdeara Historia de Sevilla.