ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 7 de octubre de 2014                 
                                
 
Ciudad de cruceiros

 

Igual que en la sevillana antigua cantaban lo de "desde que te vi venir/dije por la burra viene", el alcalde desde que vio un día subir por la Punta del Verde un barco alemán atiborrado de turistas dijo que proclamaba a Sevilla como Ciudad de Cruceros. Pero hubo quien se confundió con el significado de la voz "crucero". No creyó la gente que Zoido se refiriese a los barcos en plan "Vacaciones en el mar". Creía quizá que Zoido se refería al crucero de la Catedral, al espacio donde se desplomó el cimborrio y donde se cruza la nave mayor con la de la Concepción y han puesto el llamado y chuchiperri Altar del Jubileo, que te veo... Que te veo que hemos abandonado el retablo mayor mejor del mundo para celebrar los cultos en uno así con aires de estar como de prestado y de provisionalidad que no se los salta el caballo que Luis Astolfi entrena en Pineda para la Infanta Doña Elena. O creía el personal, en fin, que Zoido, con lo de Ciudad de Cruceros, iba por la parte de "Sevilla tuvo que ser". Por el lado de "están clavadas dos cruces en el monte del olvido", que escribió ese Carmelo Larrea al que la ciudad todavía le debe un recuerdo por el bolerazo que le dedicó.

Dice el bolero de Larrea que en Sevilla están clavadas dos cruces. No, están clavadas bastantes más. Es la moda. Sevilla es Ciudad de Cruceros, sí, pero de cruceros callejeros de toda la vida. Como las tres de la Plaza de las Cruces, en el corazón autentico del barrio de San Cruz, aún no degradado por las tiendas de camisetas y por las expendedurías de paella y sangría. Como la cruz de la plaza de Santa Marta. Como la Cruz de la Cerrajería, máximo símbolo de la Sevilla que le rinde culto a la Cruz que la guía y que hasta le canta una saeta cuando en la Madrugada sale a la calle la verdadera de Jerusalén. Un crucero en las Mercedarias y otro crucero en la parroquia de San Sebastiàn, recordando el antiguo cementerio, Sí, muchas no son "cruces de término", como tantas de los pueblos, sino las que en sevillano clásico se llamaban "cruces de carnero", como la de San Vicente. Un "carnero" no es el que topa ni el de la Legión que algunos quieren ver entrar cuanto antes por la Diagonal de Barcelona a 120 pasos por minuto y a los sones de "Banderita tú eres roja". Un "carnero", en sevillano clásico, era lo que dice el DRAE: "Lugar donde se echan los cadáveres". Vamos, una fosa común. Especialmente las que se abrieron para las víctimas de las grandes epidemias, como la peste de 1649, sobre las que se colocaba una cruz de recuerdo.

La epidemia ahora no es de peste, sino de cruces. Ha entrado la moda de plantar cruces, señores, en este monte del olvido que es la Sevilla degradada y degradante. Su hermandad, ¿no piensa poner ninguna cruz? ¿Pero cómo es eso, si todo el mundo la está poniendo, si es lo que se lleva esta temporada en vez de contar nazarenos? Primero pusieron la del Baratillo. Y cada vez que paso por allí me acuerdo de lo que cantaban Los Borrachos del Yuyu cuando vieron el cartel de Carnaval que pintó Rafael Alberti: "¿Pero qué carajo es esto, Dios mío de mi alma?" En El Baratillo no pusieron una cruz, sino un estorbo. Y ahora han puesto otra cruz en la plaza del Museo, delante de la capilla de la hermandad, ¿será por cruces? Con una peculiaridad: los periódicos han informado que en El Museo han puesto no un crucero, sino un "cruceiro", en gallego, ¡toma castaña! Hombre, un "cruceiro", en gallego, se puede poner delante del Bar Cambados, en Heliópolis... ¿Pero en El Museo? Allí no han puesto ningún "cruceiro", sino una como cruz de carnero. De momento los cruceiros gallegos tienen la cruz de piedra y están sobre una escalinata en los caminos. Los cruceros sevillanos son un fuste de columna toscana rematado con una cruz de hierro forjado. ¿Es que os irmáns da Virxe Das Augas han roto en falar galego, irmán maior, e por eso han posto un cruceiro na Praza do Obradoiro, digo, do Museo? Yo no sé. Me da la impresión de que cada vez sabemos menos de Sevilla y los ignaros le echan mayor cara. Porque la gente ha leído que en la plaza del Obradoiro, digo, del Museo han colocado un innecesario "cruceiro" y les ha parecido lo más normal del mundo. Pues nada, hijos: a bailar muñeiras y a beber Ribeiro en la Feira...

 

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