ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 11 de febrero de 2015                 
                                
 
Marchena existe
 
Vamos a escuchar...

Eso decían los buenos aficionados al cante en el cuarto de los cabales de Villa Rosa cuando el vino y las mujeres no dejaban oír, por ejemplo, a don Antonio Chacón, que en una de aquellas juergas calló a las suripantas, diciéndoles:

-- Señoritas putas, ¿me hacen el favor de callarse, que voy a cantar unas medias granaínas aquí a estos señores?

El aficionado al cante, como el de los toros, adopta el plural mayestático del Papa para mandar a callar muy ceremoniosamente. En los toros se dice:

-- Vamos a callarnos...

Y es como una encíclica oral de la buena afición: "Nos, los que venimos a la plaza a ver torear y no a pintar la mona y a que nos vean, suplicamos el silencio que corresponde al respeto por el lugar donde nos encontramos". Así que vamos a callarnos de hablar de política (que a mí me aburre todavía más que a ustedes) y vamos a escuchar un hecho gozoso en una de las Bellas Artes no reconocida aún como tal: el Flamenco. Hay que soltar palomas y tirar más cohetes que en la feria de Benacazón para celebrar que, por fin, Pepe Marchena existe en el flamenco. Hubo un tiempo en que don José Tejada, Maestro de Maestros, dejó de existir. Porque entre los que Felipe Campuzano llama "los flamencólicos" existió una Santa Inquisición, cuyas llaves tenía el que en su tiempo fue El Niño Mairena, y que le cerraba el camino del reconocimiento a cuanto quedara fuera de las fronteras de su pontificado. Todo un hemisferio del mundo del cante quedó arrojado a las tinieblas de la negación de cualquier valor. Y a la cabeza de los proscritos, prohibidos y perseguidos, don José Tejada Martín, que era una enciclopedia del cante, que gustaba a la gente, que llenaba teatros y plazas de toros, que no cesaba de sonar en las radios de cretona y cuyas letras se sabían hasta los que no eran aficionados. Aquellos inquisidores "cantaores de ayuntamiento" (como los llamé en "Andalucía, ¿Tercer Mundo?"), compinchados casi en mafia, dueños del cotarro franquista de los festivales y las casas discográficas, no sólo negaron y borraron del mapa a Pepe Marchena, sino a Manolo Caracol. Y ni que decir tiene que a mi querido Juanito Valderrama, que cuando me contó su vida recordaba con amargura lo que a estos artistas popularísimos hicieron penar aquellos falsos pontífices del purismo. Les fastidiaba que cuando a alguien le pedían que cantara una copla de Valderrama preguntaran que cuál, si "El emigrante" o "La primera comunión". Y de Marchena, igual. Si hablabas de un cante de Marchena, preguntaban: "¿Cuál, la Rosa o los Cuatro Muleros?". Pero nadie se sabía ni una sola letra de Antonio Mairena, con todo su golpe de "don" por delante. Y eso era imperdonable para aquellos manejos de "tú, sí, pero tú, no" que se traían.

Ya, gracias a Dios, de esa hasta hace poco cara oculta del cante, de Marchena, de Caracol, de Valderrama, podemos decir como de Teruel: que existe. Y que está siendo revalorizada. Ellos inventaron lo que ahora se cotiza tanto: la fusión. La fusión la inventó Caracol con sus zambras; o Valderrama con sus creaciones de protocantautor; o Marchena con el recitado asalmodiado del "Canto a la Mujer Cordobesa" del Pastor Poeta. Pero antes que Camarón volando fuera y volando viniera, a ellos les cortaron las alas para que no pudieran volar, desprestigiándolos, silenciándolos, despreciándolos.

A don Juan Valderrama, que respetaba y admiraba en toda su grandeza al Maestro de Maestros, le oí decir que Pepe Marchena "tenía una fábrica de caramelos de malvavisco en su garganta". Durante mucho tiempo, los inquisidores del cante dijeron que esos caramelos estaban envenenados. Gracias a Dios, los gustos han cambiado y se ha vuelto a la calidad de lo popular. Y Pepe Marchena no sólo ha sido reivindicado y valorado en su grandeza enciclopédica de los cantes, sino que su obra discográfica completa acaba de ser recopilada por la Federación de Peñas Flamencas de Sevilla. ¡Vamos a escuchar la verdad popular del cante!

 

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