ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 4 de marzo de 2015                 
                                
 
Iker Jiménez estaba allí

Igual que "El maestro Juan Martínez que estaba allí" en 1917, recorriendo la Rusia de los zares como bailarín flamenco con su compañera Sole y permitió que Chaves Nogales nos diera con su relato sobre la revolución soviética toda una lección de lo que andando el tiempo sería llamado Nuevo Periodismo, así también Iker Jiménez, que es maestro de la mejor radio de misterio para enganchar a la audiencia con su «Cuarto Milenio». estaba allí, en el Cortinglés de Castellana, cuando un bebé de 19 meses se asfixiaba atragantado por algún objeto que se había tragado, y pudo oír la angustia de una madre que salió gritando desesperada desde los probadores de la planta de ropa infantil: «¡Mi hija se muere!». La pobre niña estaba ya cianótica, a punto de asfixia, cuando Iker hizo un paradón que ni su tocayo el del Real Madrid: detener nada menos que a la muerte que se le iba a entrar a la pobre niña por la escuadra.

¿Y qué ocurrió? Pues lo que aquí vengo defendiendo y propugnando hace bastante tiempo, y perdonen que me ponga tan pesado, pero con esta noticia habrán podido comprobar que lo que pido con asaz tozudez puede salvar vidas: el necesario conocimiento de los primeros auxilios y medidas de seguridad ante las catástrofes y situaciones de riesgo. Lejos de ponerse nervioso y de llamar al 112, que es a lo más que todos llegamos en materia de primeros auxilios, se acercó Iker Jiménez y al ver tanta gente agolpada ante el probador, muy sereno y decidido hizo lo que hay que hacer: colocó al bebe boca abajo, y le dio cinco golpes fuertes en la espalda, cinco, uno detrás de otro; detrás, no delante en el pecho, en la espalda; alternándolos con cinco compresiones torácicas; con lo que la pobre niña expulsó el objeto tragado. Me imagino perfectamente la escena porque Isabel, la jefa de mi Casa Civil, que es diplomada en Enfermería y quien me ha mentalizado sobre la importancia de estos conocimientos, salvó una vez así en un restaurante de Sevilla a su amiga Cayetana, la Duquesa de Alba, que se había atragantado del mismo modo con un trozo de carne y se estaba asfixiando: ¡los golpes en la espalda y entrecot fuera!

¿Por qué actuó Iker Jiménez tan acertada y eficazmente, frente al nerviosismo general ante la desgracia de la niñita? Tanto Iker como Carmen, su mujer, que lo acompañaba, conocían los dos afortunadamente este tipo de maniobra de salvamento por asfixia, gracias a que se la enseñó la pediatra de su hijo para reaccionar en un caso de emergencia. En su programa, Iker ha comentado: «Cuando vi tanta gente que no sabía cómo reaccionar ante una situación así, me vinieron muchas preguntas a la mente», Y le vino la que yo me suelo hacer aquí y repito ahora: «¿Cómo es posible que para la enseñanza sea más importante aprenderse los afluentes del Duero que saber qué hacer ante un ahogamiento?». Y quien dice los afluentes del Duero, amigo Jiménez, dice la Educación para la Ciudadanía. ¿Qué mejor ejercicio de la ciudadanía que poder salvar vidas ajenas y proteger las propias mediante la explicación de estas imprescindibles materias en todas las escuelas y en todos los institutos?

Los partidarios del ajedrez me pusieron el otro día como no quieran dueñas cuando dije que los señores diputados perdían el tiempo en el Congreso pidiendo al Gobierno que pongan Ajedrez como asignatura obligatoria en la enseñanza primaria y secundaria, mientras que no han abierto la boca en su vida los muy señorías para exigir que esta Educación para la Seguridad sea obligatoria "materia curricular", como ahora, medio en tertulianés, les han puesto de mote a las asignaturas de un curso. Gracias, Iker Jiménez, por haber salvado con tu mujer Carmen la vida de esa niñita. Pero gracias también por hacer ver que aunque hayamos aprendido absolutamente todos los afluentes del Duero, como tú tan bien conoces (que yo, ni puta idea), si no sabes qué hacer ante una emergencia no puedes impedir que la vida de una niña, como el río de Jorge Manrique, vaya a dar a la mar de una muerte absurda. Y evitable.

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