ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 9 de marzo de 2015                 
                                
 

Un Postigo sin Gran Poder

Por las sillitas de los chinos las conoceréis. En la Semana Santa de Sevilla, ciudad de los duales, hay una Carrera Oficial y varias Carreras Oficiosas. Llamo Carreras Oficiosas a las que de hecho se han creado en los más transitados itinerarios de vuelta de las cofradías tras su estación de penitencia en la Catedral. He hecho esta levantá a pulso con las sillitas de los chinos porque allí, en las Carreras Oficiosas, es donde más se concentran. Igual que en La Campana se presume de antigüedad del abono por años ("este era de mi bisabuelo, que lo sacó cuando volvió de la guerra y se casó con mi bisabuela"), en las Carreras Oficiosas se defiende el "prior tempore, potior iure" de quién llegó antes:

-- Eh, eh, no ponga usted la sillita delante nuestra, que estamos aquí desde las 5. ¡Vamos, y ahora va a venir usted y se va a plantar ahí!

Una de estas Carreras Oficiosas es la Cuesta del Bacalao, itinerario obligado de las cofradías que vuelven hacia los arciprestazgos (lo de las collaciones está ya muy visto) del Norte y Este de la ciudad. El Lunes Santo te colocas en la Cuesta del Bacalao y tienes allí, camino de Francos, a media nómina del día. Como la otra Cuesta, la del Rosario, es también otra Carrera Oficiosa, en este caso de ida y vuelta, de muchas que vuelven y de algunas que van a la Catedral.

Pero pocas Carreras Oficiosas como la de mi barrio del Arenal, que arranca en el Alfolí de la Sal y en el Postigo del Aceite. El ahora olvidado Gregorio Conejo, que vivía junto al Arco, hasta editaba un "Programa de las Cofradías que Pasan por mi Balcón", como invitación a verlas pasar desde su casa, justo al lado, intramuros, cabe el escudo de piedra de la ciudad que puso el Conde de Barajas, hombre de paladar, para que San Fernando, San Leandro y San Isidoro, sentados en sus sillitas chinas, vieran pasar de vuelta a las cofradías de Triana. Que cuando endiquela el paso trianero de las Tres Caídas del Señor de la calle Larga, dice San Fernando:

-- ¡Esto sí que es un caballo! ¡Un mojón pal mío de la Plaza Nueva!

Y por el Postigo pasan también algunas que no son de Triana, como La Quinta Angustia o El Calvario, así como de ida La Paz, Santa Genoveva o Los Estudiantes. Pero su momento cumbre es la Madrugada, cuando pasa el Gran Poder. Cómo será, que cuando arreglan el pavimento, tienen en cuenta la altura, la cota justa para que la Cruz que el Todopoderoso lleva a hombros no roce en la almagra del Arco. Mi Hermandad de la Pura y Limpia está allí con bacalao y varas, a la puerta, como cumplimenta a todas las cofradías que pasan ante los 100 gramos de Catedral mejor despachados. Cuando elegimos nuevo hermano mayor, terminado el cabildo en El Sagrario, alguien le comentó a Manuel Cano-Romero:

-- Ea, pues este año tendrás la dicha de ser el hermano mayor que reciba al Gran Poder cuando nos lo paren en nuestra puerta...

Otro año será. Porque hogaño tenemos una madrugada aparentemente insólita: un Postigo sin Gran Poder. Como nos quedamos sin Cristo de las Misericordias de Santa Cruz bajo los vencejos del Compás de la Laguna, nos han dejado sin Gran Poder en ese momento en que Angela la Calentera le echa al fuego de su perol los secretos carbones que desde el cielo le manda su tía Juana, para que el humo de los de rueda huela a incienso en honor del Señor de Sevilla. Que vuelve este año, ay, por mi memoria. Aunque creamos que el Gran Poder volvía de toda la vida por El Postigo, esto es de hace 50 años. Históricamente volvía siempre por Francos y Cuna. Al Postigo lo consideraban trianería. Volvía por el camino donde la duración de los parones originados por Los Gitanos la contaba en ruedas de calentitos el hermano de Rafael de León en el cabildo del Silencio. Mi alfayate se quejaba de esos parones cuando al amanecer volvía a la calle Bayona con sus descalzos pies doloridos. Por eso, ay, el Señor vuelve este año por el camino más corto de la memoria, por el te pega la corná en el alma, Rafael Montesinos, cuando un farol de cruz de guía refleje de nuevo la luz de la fe de Sevilla en los escaparates de Casa Rodríguez en la calle Francos.

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