ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 31 de marzo de 2015                 
                                
 

El Pali, sentado a la puerta de su casa en la calle Tomás de Ibarra viendo pasar la Cofradía de los Estudiantes

La silla del Pali

En la mañana con los pies cansados de lo que ya llevamos andado viendo cofradías (que "la Macarena y todo lo traigo andado", como en las sevillanas boleras del siglo XVIII), me detengo en las Cuatro Esquinas de San José. Ya saben: donde la calle Sierpes hace esquina por un lado con Sagasta, la de los millones, y por el otro con Jovellanos, camino de la capillita de San José, que se contempla desde aquí como un ensueño barroco de esa miniatura. La grandeza de las pequeñas capillas de Sevilla: El Baratillo, San Andrés, La Carretería, La Estrella, la Capillita de la Puerta Jerez, o la mínima entre las minúsculas, la Pura y Limpia del Postigo del Aceite, "los cien gramos de Catedral mejor despachados", en cuyo Arco este Ayuntamiento que ha roto a hablar en tertulianés ha puesto un letrero que dice: "Precaución, Zona de Alta Concentración de Personas". Traduzco: Bulla. Como si al sevillano hubiera que decirle que en el Arco del Postigo se forman unas bullas de cinco estrellas lujo, que para atravesarlas hay que tener carné de primera especial de callejeador de Semana Santa... Y al otro lado del Arco, otro letrero con una sillita de los chinos pintada y encima el brochazo de una cruz en rojo tachándola y prohibiéndola.

Y yo, al ver las sillitas de los chinos prohibidas en El Postigo, me acuerdo del primero que en Sevilla sacó a la calle una silla para ver las cofradías cómodamente sentado: don Francisco Palacios. El Pali. Cuando llegaba tal día como hoy, como Los Estudiantes cogían por la Casa de la Moneda y Tomás de Ibarra, al Pali le llevaban a su casa el Cristo de la Buena Muerte. ¿Y qué hacía? Pues que bajaba a la calle la misma silla de leer allí por las mañanas el artículo de su padrino Burgos en el ABC, acercándose el periódico a la cara, con sus grandes gafas como de culo de vaso del Bar Vicente. A prima hora de la tarde del Martes Santo, El Pali sacaba su silla. Se empernacaba en ella, jinete de coplas, y acodando descansado sus brazos cruzados sobre el respaldo, se veía en su sillita la cofradía de pitón a rabo: de cruz de guìa a preste. Al Pali no le tenía nadie que decir cómo tenía que ponerse en su silla, ni a nadie estorbaba. Y le daba la vuelta al dicho de los moros que aquí, según el bautizo de azotea de su sevillana, tomando sábalos en adobo, aprendieron a bailar por bulerías. Le daba la vuelta El Pali a la silla y empernacándose en ella y también al dicho de los moros: "Siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo". El Pali se sentaba en la puerta de su casa, empernacado en su silla, como en un caballo de verde gutapercha del Círculo de Labradores, y en vez de ver pasar el cadáver de su enemigo veía pasar sin vida a su crucificado Amigo, al Cristo de la Buena Muerte...

--- Óoooole.

No me diga usted ese óle como de tercio de saeta, porque he cogido carrerilla en el Postigo y me he olvidado que estaba plantado en las Cuatro Esquinas de San José. Jugando a las cuatro esquinas de la memoria. En unas Cuatro Esquinas donde todavía está Vilches con su vitrina de los cuchillos, y el Bazar San José, y Casa Calvillo con sus huevos a la flamenca y su casa de huéspedes, y los almacenes El Águila. Y en esta esquina, como no están aun pasando cofradías y no me echan los guardias porque esto es paso de Carrera Oficial, me paro y pienso: ¿Qué no habrá pasado por esta esquina, Dios mío de San Lorenzo, a lo largo de la historia de la Semana Santa? Por aquí pasó Rafael Franco enseñando andar a los palios, y El Vizconde de fiscal del paso del Señor, y Manolo Mairena de nazareno de Los Gitanos, y Pepe el Planeta con La Candelaria, y Rafael Montesinos de niño nazareno del Valle, y Joselito el Gallo con el verde antifaz de terciopelo de la Esperanza, y Juan Belmonte de maniguetero en El Cachorro, y Manolo Díez Crespo de mercedario en Pasión, y... De todo eso queda memoria en esta esquina, que me lo ha dicho el aire. Como me han dicho que esta tarde, en el Arco del Postigo, aunque estén prohibidas las sillas, estará allí El Pali empernacado en la suya, esperando que pase por la puerta de su casa su Amigo Muerto de Los Estudiantes.

 

 

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