ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 24 de abril de 2015                 
                                
 

Elogio del albero

Hay veces en que a los tópicos sevillanos les coge uno manía. Sobre todo, a los siesos tópicos maníos. Me pasa con el azahar, el topicazo de la inédita antología "Las mil peores poesías de la Semana Santa de Sevilla". Palabra la del manío azahar que no sé si han advertido que suelo eludir, usando algo más lírico: "La blanca flor de los naranjos de Sevilla". Bueno, pues con el albero me pasa lo mismo. ¿Habrá algo más tópico de la primavera de Sevilla, azahar aparte, que el albero? Cuando escucho o leo "la del amarillo albero" aplicado a la plaza de los toros (a la que, además, suelen apodar con el nombre de su Real Cuerpo propietario, "la Maestranza") es que me pongo tan de los nervios que tengo que tomarme un Traxilium. Pero un Tranxilium 10, de los que me recomienda mi querido y expertísimo cardiólogo, el doctor don Ángel Pineda, para que no me lleve más berrenchines de los debidos, tras haberme limpiado An Cá Quirón las tuberías que, vamos, ni los varilleros de Távora en versión del Sagrado Corazón.

Tengo, empero, que comentarles que este año me he reconciliado con el albero. Ha sido en la Feria. Cuando me vi pisando el albero en las aceras de la Feria, sintiendo bajo los pies, como un torero en el paseíllo, el refulgente albero, la gloria de los cabezos de los Alcores, el paraíso terrenal de Alcalá de los Panaderos, se me vino de golpe a la memoria una infancia de albero en los Jardines de Cristina jugando a las bolas con Jaime Guardiola. ¡Jardines de albero! Así eran todas las plazas y plazoletas de Sevilla: de albero. Antes que se pusieran de moda las llamadas "plazas duras": la losa asesina del albero; el granito falso que hizo gris y como castellana o galaico-duriense esta Sevilla nuestra de la luz de la primavera sobre el albero nuevo, recién extendido. Que si el Domingo de Ramos el que no estrena no tiene manos, no vea usted las manos de albero nuevo que les echaban a las plazas y plazoletas de Sevilla en cuanto se acercaba la Semana Santa. Con el albero se inventó en Sevilla una palabra preciosa: el "pasaministros". Cuando venía un ministro a inaugurar algo y aquello no estaba aún terminado, se le echaba por encima una buena mano de albero y quedaba de dulce, ¡hala, a cortar la cinta!

A toda Sevilla, cada primavera, a sus jardines y plazoletas, le echaban un pasaministro de albero. Para que pasara no un ministro, sino nada menos que Dios: primero en un paso de Semana Santa; luego bajo el palio de una procesión de Su Divina Majestad por la Pascua Florida. Pero vinieron, ay, los alcaldes y los concejales catetos e incultos que no conformes con conseguir que Sevilla cada vez se parezca menos a Sevilla, la tomaron con el albero y se inventaron las llamadas "plazas duras". Que creo que las llaman así por la propia dureza de la cara de los políticos que nos dejaron a Sevilla sin plazas de albero.

Por eso en la Feria, cuando se pisa el albero, ¡entra una nostalgia de los suelos que perdimos! Y un albero maravilloso el ferial de ahora, con el que han logrado que no se levante polvo. Un albero asentado, como apisonado, bien regado sin enfangamientos, al que me han dicho que le añaden unos polvitos de la Madre Celestina que paradókicamente impiden el polverío. ¿No se han fijado que ya viene uno de la Feria sin apenas polvo de albero en los zapatos? Dicen que es por ese I+D+I de la invención del albero sin polvareda. No es por riego, como el de la plaza de los toros, donde los areneros regadores le pegan a aquello poco antes del paseíllo los manguerazos precisos para que el coso del Baratillo no tenga el polverío de los ruedos de los pueblos. Lo de la Feria me hace exclamar, a lo lluvia de "My Fair Lady": "El albero en Sevilla es una maravilla". ¿Y por qué no volvemos a algo tan sevillano como las plazas y plazoletas de albero? Qué maravilla, si quitaran todas las plazas tan duras como la cara de los políticos que las pusieron y volviéramos al albero de toda la vida... Pero, claro, entonces Sevilla se parecería a Sevilla. Y ya saben que eso es facha, carca, rancio y reaccionario. Lo moderno y progresista es que Sevilla se parezca lo menos posible a Sevilla.

 

 

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