ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 17 de junio de 2015                 
                                
 

El Cielo de Utrera

Como tantas cosas, con Pemán aprendí que Sevilla tiene que tiene, tiene una torre señera, pero no tiene que tiene la Consolación de Utrera. Y con tantos amigos de allí como se nos están yendo estoy aprendiendo, ay, que Utrera tiene un cielo creado por Dios para que tañan de dolor esos bronces de los que sus campaneros han hecho un arte. Consolación... Pongo el bendito nombre de la Patrona, amigos de Utrera, y os insto a que protestéis ante la Lotería Nacional y los concursos literarios. Cuando a alguien le dan un premio de cagalástima, un accésit, una mención, aclaran que ha sido un premio de consolación. Será consolación con minúscula y de por ahí arriba por el Norte y otras tierras de mal vivir. Porque estos utreranos que se nos han ido y de los que hablo han recibido todos el Premio de Consolación con mayúsculas: de Consolación de Utrera; de ver a la Virgen del barquito en la mano.

Escribo con el dolor de la marcha de Salvador de Quinta. Que, por decirlo en utrerano clásico, era el hijo de Salvador de Quinta. Si Salvador de Quinta padre escribía con gracia, no era menor la de Salvador de Quinta hijo. Gracias a su amor filial me metí un día en carretera para presentarle allí a su padre uno de los libros con mayor capacidad de humor que he leído en mucho tiempo: "Gracia y desgracia de Utrera en los años de la pera". Un anecdotario escrito con tal garbo que se lo recomendé y envié al difunto Santiago Castelo, quien me llamó y me dijo: "Niño, hacia tiempo que no me reía tanto leyendo un libro".

Cuando presenté aquel libro me di cuenta de la veneración que Salvador de Quinta Garrobo tenía por su padre, Salvador de Quinta Rodríguez. Benditos los hijos que honran a sus padres. Como luego pude comprobar, cuando cada mes me mandaba "Vía Marciala" a casa, cómo tampoco andaba malamente de pluma el niño de Salvador. El que engrandeció y universalizó la devoción a la Virgen de Consolación. Y ni te hablo del mostachón. Que yo creo que los escritores de Utrera, empezando por los Alvarez Quintero, tienen tanta gracia porque plumean sus textos sobre el papel de estraza de un mostachón, igual que en Sevilla te sale una jartá malamente si no sabes hacerlo sobre el papelón del pescao frito o de los calentitos.

Y con la muerte de Salvador de Quinta echo las cuentas y repaso el reclutamiento tan cruel que La Canina ha hecho en la ciudad donde El Cuchara tenía padrinos ilustres en lista de espera para sacar de pila a sus niños conforme los fuera teniendo. Y en la ciudad del compás que Alberto García Reyes nos evocaba en su pregón de Semana Santa pregunto: "¿Qué tiene el cielo de Utrera,/ Alberto, te digo a ti,/ pá que se haya ido allí/tanta gracia de la buena?". Porque se fue Bambino; y se fueron las niñas de José, las dos, Fernanda y Bernarda; y se fue El Perrate; y se fue Enrique Montoya; y se fue su hijo Tate; y se fue El Turronero; y se fue Pepa de Utrera...

Por el teletipo de los crisantemos, me puso Paco Robles un mensaje que decía: "Me ruegan que te diga que Salvador de Quinta ha muerto". Por el mismo conducto, pero con un fondo de tañido de campanas de Santa María, campanas de mi infancia con Jóse y Alfonsito Navarro y su padre trabajando en fábrica de La Fontanilla de don José Benavides, le mandé, como si fuera sobre el papel de un mostachón de Diego Vázquez, este gorigori de urgencia: "Salvador de Quinta no ha muerto. Se ha marchado a la Vía Marciala de las estrellas para poder comprobar personalmente que la Virgen de Consolación tiene un barquito en la mano". Hay un bolero que afirma que el mar y el cielo parece que se unen y en la distancia se ven igual de azules. Los utreranos buenos son así, como cuenta el bolero. Los embarca la Virgen de Consolación en el barquito que lleva en su mano y se los lleva a esos azules del cielo de Utrera bajo el que nació tanto arte, tanto compás, tanta literatura, y tanta bravura de los primitivos toros de Gerión a los que Hércules les cortó las orejas. Y al final, pero no lo último, la gracia de la guasa de la tierra: ¡cuidado que llamar Salvador de Quinta a un utrerano de primera!

SOBRE UTRERA Y SALVADOR DE QUINTA RODRIGUEZ, EN EL RECUADRO

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