ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 28 de diciembre  de 2015                 
                             
 

Gorrones de tranvía

La función crea el órgano. Hablo del tranvía, vulgo Metrocentro. Ya saben. Ese supuesto medio de transporte que aún no sabemos cuánto nos costó y nos sigue costando cada año, y que va de ningún sitio a ninguna parte. El nuevo Metrocentro ha creado un nuevo personaje que había desparecido desde que quitaron los tranvías. Sevilla hizo sendas grandes barbaridades en el siglo XIX y en el XX, que fueron presentadas ambas como la victoria de la modernidad y del progreso. En el XIX, y con el alcalde García de Vinuesa a la cabeza, Sevilla derribó sus puertas y murallas, y de milagro dejó en pie el Arco de la Macarena y el Postigo del Aceite. Aquello fue presentado como el triunfo del higienismo y de la salubridad, pues ventilaba la ciudad que sufría las epidemias, y al mismo tiempo permitía los ensanches más allá de las Rondas. La "hazaña" volvió a repetirse en el siglo XX, con un alcalde al que se le ha quedado nombre de paseo: el Marqués de Contadero. La "hazaña" del XX fue desmantelar una de las más completas redes europeas de tranvías. Con nudos en la Plaza Nueva y en la Pasarela, en tranvía podías ir a Heliópolis, a Miraflores, al cementerio, a la Ciudad Jardín, al Tardón y hasta a Coria, La Pañoleta y La Puebla del Río. Quitar los tranvías y sustituirlos por los autobuses municipales, por los "pegasos", se presentó como la máxima modernidad.

Y ahora, ya ven, como modernidad también han vuelto a todo lo contrario que entonces: a poner los tranvías que perdimos. Como los cielos que ídem. Y con el tranvía ha vuelto una figura popularísima: el gorrón de tranvía. O sea, el colao. El que se monta en el tranvía por la cara, sin billete. Los antiguos tranvías tenían una puerta delantera por la que entraban de válvula los colaos oficiales: policías, militares, funcionarios... Todo el que enseñara un carné de algo. Y por la trasera, el cobrador-revisor te obligaba a retratarte con el billete. Pero el colao tenía sus artes. Siempre le decía al tranviario que intentaba cobrarle:

-- No, mi billete lo lleva ese señora de ahí delante.

Y tajelaba hacia adentro. Colándose sin pagar. Como Sevilla sigue siendo Sevilla, los tranvías son ahora distintos, pero los colaos, los mismos de siempre. Tussam ha dado las cifras. En el tranvía hay un 14% de colaos. No está mal. Y en vez de poner cobradores y revisores y dar jornales a ganar, se dedica "blindar" con vallas y con tornos como los del Campolbetis las que considera las tres paradas-coladero: Plaza Nueva, Prado y San Bernardo. ¿Saben cuánto se va a gastar Tussam contra los colaos, sólo en estas tres paradas? Pues 525.564 euros. Y digo yo: a 1,40 como cuesta el billete corriente ¿cuántos colaos tienen que evitar esos tornos para amortizar la morterá de medio millón de euros? Aunque soy de Letras, echo las cuentas y mi calculadora me dice que 375.402 ex colaos tienen que montarse pagando para amortizar ese medio millón largo. Más que gastarse medio millón en tornos, ¿no hay con eso como para pagarle un taxi a cada colao, y que así dejen de viajar por la cara? ¿Cuántos taxis se pueden coger de la Plaza Nueva al Prado con medio millón de euros?

Y lo que me parece peor es que hagan todo esto sin consultar a la Comisión del Patrimonio para que lo autorice (que lo autoriza todo, hasta los secaderos de tabaco en la calle Santander). Exijo un dictamen previo del Camisón (no es errata, es mala leche) del Patrimonio. ¿No hablan del Patrimonio Inmaterial? Pues el Colao de Tranvía pertenece al Patrimonio Inmaterial de Sevilla, y hay que preservarlo como al lince en Doñana. Es un arte. Como aquel colao en la modalidad de gorrón de Feria, que se presentó muy trajeado y maqueado en la puerta de la caseta del Labradores y le dijo muy resuelto y decidido al portero:

--Buenas, soy don Rodrigo López de las Rozas y Gómez del Pulgar, y estos dos señores vienen conmigo...

Y se colaron los tres. ¡Vamos que si se colaron! Es el arte sevillano de la colaúra. En el tranvía, los malajes de Tussam quieren acabar con él.

 

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